Hace unos meses, por causualidad, como la mayoría de las cosas que nos suceden a todos, a pesar de no ser conscientes, llegó a mí la información de que en la cuidad donde vivo se reunían de forma gratuita para hablar de la muerte, es decir, realizaban un Death Café.
Aquel día solo pude conocer este movimiento y ser consciente de que era el segundo encuentro. Me animé a escribirles un correo solicitando información y les indiqué que les estaría muy agradecida si me avisaban si organizaban un tercer encuentro.
Mi sorpresa fue hace unas semanas cuando una mañana desayunando y revisando mis correos electrónicos encontré uno con el remitente de Death Café. Ya ni me acordaba de aquel encuentro.
En el correo me pedían disculpas por no haberme contestado antes y me informaron de la fecha para el tercer encuentro. Por supuesto, me apunté.
Así es como acabé hace unos días en un local con 15 personas que jamás había visto anteriormente, sentada en una de las 16 sillas colocadas en círculo, y encontrando en el centro una mesa con café, leche, infusiones y pastas de té.
No puedo negar que estaba nerviosa, ya que no sabía muy bien por dónde iba a desarrollarse el tema, y mucho menos qué criterios, qué información y qué experiencias podían tener todas aquellas personas sobre la muerte.
Mis nervios cesaron con la primera frase de uno de los organizadores. Introdujo su formación y su puesto laboral, ya que parece que incluso para hablar del Alma y de la muerte se necesitan títulos, y empezó a nombrar las normas del encuentro:
- No era un grupo de apoyo.
- Se debían respetar las opiniones de cada uno.
- No se podía hablar hasta que acabase el otro, respetando los turnos.
- No se podía hablar del más allá.
No me levanté y me fui, porque de la misma manera que tengo educación para masticar con la boca cerrada en un restaurante, la tengo para no dar la nota y quedarme sentada hasta el final, con la intención de no hablar y solo observar. Ya que mi mente enseguida se preguntó: si no se puede hablar del más allá...qué es la muerte?
Me alegro de haberme quedado, porque fue una evidencia más de la falta de información sobre la muerte que tenemos los de a pie y los profesionales de paliativos, el egoísmo del ser humano incluso en el final del trayecto de sus seres queridos y de la creencia de que no existe nada más después de morir. Por todo esto, aún me resultó más curiosa la necesidad que tiene el ser humano para hablar sobre la muerte y asistir a una charla así, pero lo poco abiertos que están a escuchar que cabe la posibilidad de que sí haya algo más después de la muerte, de la misma forma que cabe la posibilidad de que no...pero poniendo la norma de excluir una posibilidad, nunca van a poder valorar otras opciones...
Estuve una hora y media, que era el tiempo de duración del encuentro. En todo ese tiempo no hablé de nada espiritual y solo me dediqué a contradecir a todos, bueno, más que contradecir, exponía mi criterio, pero podían haber argumentado y resolver mis dudas. Pero eso no sucedió...por lo que me fui con la certeza de que voy por buen camino, ya que por el que ellos van, mis dudas no tienen respuesta.
El primer tema que salió fue el del poder decidir sobre “una muerte digna”, ya que comentaban que para algunos médicos la muerte es el fracaso de la medicina y alargan, en ocasiones, demasiado la vida y el sufrimiento.
En el encuentro había una señora que pertenecía a la asociación no se qué, no recuerdo el nombre (lo siento, pero tengo poca memoria, mi mente es como Dori de Nemo y borra muchos datos, supongo que no los encuentra indispensables). Pero era una asociación sobre la dignidad para morir, el poder decidir morir en determinados casos. Por lo que explicaron allí, les aseguro que igual que la droga es ilegal y se utiliza, la eutanasia también. Así que allí la mayoría defendieron la postura de aquella señora, que muy segura de ella misma, ya tiene a día de hoy firmada sus últimas voluntades y sobretodo el deseo expreso de que la desenchufen y la dejen morir. Me quedé asombrada, ya que yo no sé ni lo que pensaré de aquí a un rato sobre nada, y ella ya estaba convencida de lo que desearía en su último momento...aunque claro, prohibiendo en su vida que aparezca información sobre el más allá...lo entiendo mejor.
Cuando acabaron de exponer sus opiniones pedí la palabra, ya que me palpitaba el corazón y necesitaba desahogarme. Y dije:
-Bueno...yo no comparto todas sus ideas, pero las respeto. Coincido en que para muchos médicos la muerte es el fracaso de la medicina, y que ego tenemos todos, aunque lleven bata blanca. Pero me gustaría solo hacerle una pregunta: conoce o le suena el nombre de Olga Bejano? - Su respuesta fue negativa.
-Pues anote ese nombre y busque su libro “Alma de color salmón”. Puede que le haga cambiar de idea, o no...pero permítame recomendarle su lectura.
Allí hubo un silencio...y más de uno aprovechó para anotarlo.
El siguiente tema que salió fue el de decidir por nuestro ser querido. Es decir, cuando alguien está en sus últimos momentos, autorizar para que le desenchufen...
Salió un chico explicando su caso personal con un amigo, que por supuesto no voy a contar, pero si me gustaría compartir su pesar por haber decidido por él, sin saber en aquel momento, si hizo bien o no, su sentimiento de culpa y su falta de conocimiento para afrontar los últimos minutos de vida de su amigo.
Los que salieron a dar su opinión, todos dijeron que hizo bien, que para qué alargar más el sufrimiento y que tenía que sentirse orgulloso de haber sido un gran amigo parando su agonía.
Cuando todos acabaron hablé yo, por el mismo motivo, tenía el pulso acelerado y no podía callarme, necesitaba expresarme. Así que di mi opinión:
-Mira, no sé si has hecho bien o mal, porque lo que yo te diga será solo mi propio juicio personal basado en mi propia experiencia y creencia. Pero sé que carecemos de información para acompañar a cualquier ser en sus últimos momentos. Nadie nos enseña nada al respecto, y además aparece el miedo normalmente, que viene dado por el desconocimiento. Si supiésemos qué sucede o tuviésemos experiencia sobre la muerte...actuaríamos diferente seguro. Permíteme recomendarte que leas, aunque parezca promotora de libros...”La muerte un amanecer” de Elisabeth Kübler-Ross. Puede que te abra una nueva visión o no...pero además tiene muchos libros, la señora se pasó más de 20 años en la cabecera de los moribundos, acompañándoles en el lecho de muerte. Algo tuvo que aprender en todo ese tiempo la mujer, supongo...
Volvió a silenciarse la sala y volvieron a tomar nota unos cuantos...y yo sonreía sonrojada, porque me miraban y no sé si me querían echar...pero allí nadie me lo ofreció, sino me hubiese ahorrado una hora más de tanta racionalidad.
El siguiente tema que salió fue la diferencia que existe entre unos y otros a la hora de afrontar y acompañar durante los últimos momentos de vida de nuestros seres queridos. Cómo unos se vuelcan y van cada día al hospital organizándose sus vidas familiares, a veces casi sin saber muy bien cómo lo consiguen...y cómo otros se desentienden. Allí ya salió el tema de las familias,hijos, hermanos...cómo unos hijos se vuelcan y otros se desentienden. Lo egoístas que son estos últimos porque como hijos su obligación es acompañarles. Que puede que no sean capaces de afrontar la situación...bla bla bla...
Después de más de 40 minutos escuchando el juicio personal de cada uno de los asistentes, de nuevo, no pude reprimirme. No sé callarme cuando se me acelera el corazón siempre pienso...si ellos opinan, yo también puedo, mientras no falte el respeto a nadie...adelante Cristina. Así que intervine:
-Bueno, para terminar tampoco voy a opinar igual que ustedes...pero espero que me permitan discrepar de nuevo. No puede ser que el egoísmo que ven en esos hijos o hermanos que no se ocupan como ustedes lo harían, refleje el egoísmo personal que tienen ustedes al tener que organizar sus vidas para atenderles ya que ellos no lo hacen, y si lo hiciesen se liberarían ustedes un poco más de la situación? Porque sus padres no sé si tendrán pena...pero normalmente los padres ya conocen muy bien a los hijos y no creo que les venga de nuevo su actuación...y además no creen que los seres humanos perdemos demasiada energía enfocándola en lo que hacen los demás, en lugar de centrarnos en nuestra propia experiencia? Si ustedes se sienten mejor cuidando de sus padres, háganlo, si les supera en ocasiones y no pueden, explíquenlo y si sus hermanos no los cuidan será su experiencia y no la suya...bueno...no sé...
Allí volvió el silencio.
Llegó la hora del cierre y nos despedimos. Me vino a buscar mi marido, porque como
mi madre la primera vez que fui a un taller de terapia regresiva...no me dejan sola por si me meto en alguna secta o algo raro...
Salí de allí explicándoselo a mi marido y diciéndole que estoy más bonita con la boca callada y que vaya pérdida de tiempo, porque no había aprendido nada nuevo. Pero puede que él tuviese razón y llegué allí para sembrar un poco de consciencia...o cómo dice mi maestro alguna semilla siempre cae en terreno fértil.
Tenemos mucho que aprender sobre la muerte. Sería maravilloso que nos enseñasen a acompañar a nuestros seres queridos en sus últimos momentos del viaje de esta experiencia de vida, y para empezar hay que normalizar el tema de la muerte porque nacemos para morir, de eso no hay duda...