martes, 6 de abril de 2021

Cuando irse no es la salida.

Me encuentro inmersa en una etapa de mi vida en la que no me encuentro agusto. La única opción que conozco es irme o cambiar. Es lo que he hecho siempre que no he estado bien en algún lugar. Pero por primera vez en mi vida, salir de este escenario no es el camino. Después de muchos años trabajándome, me conozco. Sé que mi conciencia no se iría tranquila y mi corazón se alejaría amando. Así que irme no es la salida.

A vivir nos han enseñado. Esta sociedad es un gran plan de marketing que nos ha vendido su forma de vivir, basada en sus propias reglas y normas. Y nosotros, la hemos comprado. Es la única que se promociona y se vende. Las demás, simplemente se encuentran. Soy consciente de ello, porque lo he experimentado.

Tienes que sentir esa llamada desde tu interior que te empuja a vivir ese proceso de búsqueda. Se inicia una sensación interna que casi te arrastra para resolver dudas. Cada uno vive el tiempo que necesita en esta etapa. Incluso algunos pasan la vida entera esperando a que algo o alguien le dé respuestas. 

Llega un punto en el que te saturas de tanta información externa. Libros, retiros, terapias, blogs, artículos, talleres...Las herramientas que cada uno utiliza son diferentes, pero las fases, las mismas para todos. 

Más adelante llega una saturación de tanta información o experiencias. Buscar fuera se acaba. Necesitas parar. Aparecen pensamientos que te perturban. Ya no sabes nada. Vuelves a tener dudas, pero esta vez son distintas. Las dudas no deben desaparecer. No hay que dejar de dudar. Ellas son el motor para continuar evolucionando.

Y justo ahí, de forma sutil, el ruido externo empieza a bajar su volumen, y automáticamente coge más fuerza el interno. Se inicia una transición en la que empezamos a ser conscientes de la credibilidad que le otorgamos a las respuestas ajenas. Cuando la realidad es que cada uno tenemos todas las respuestas a nuestras dudas. La respuesta está en el Alma. En nuestro interior. Las emociones son la llave para acceder. Permitirnos sentirlas y expresarlas es únicamente una decisión personal.

Mi vida laboral es extensa. Cada vez que lo he sentido, he cambiado de trabajo. Sin miedos. Con determinación. Unas veces por motivación económica. Otras por motivación personal. He tenido trabajos donde la remuneración no era la deseada, pero entraba a trabajar y me apasionaba lo que vivía, hasta el punto de olvidarme de mi vida real cada vez que traspasaba la puerta. En cuanto sentía que nada más entrar, contaba las horas para salir...era momento de cambiar.

En las relaciones amorosas me ha pasado más o menos lo mismo. La última vez que me separé lo vi claro, soy mujer de "principios". Me fascina toda esa magia que se produce cuando conoces a alguien, te atrae y empiezas a compartir momentos. He disfrutado en cada comienzo de una relación. Después, sencillamente, me desencantaba. Sentía que dejaban de tener esa magia que les veía al principio. Me ha pasado varias veces. Pero apareció Él, y me enamoré de la sensación de estar en casa. 

Ahora me encuentro transitando una etapa de mi vida, en la que por primera vez, no puedo salir y estoy atrapada en ella. Supongo que la vida es sabia, y esta era la única forma para trabajarme esta parte de mí de la que no he sido consciente hasta hace poco.

Soy como el viento. Siempre he ido a mi aire. No disfruto viajando. No me fascina realizar actividades extremas. Ir de restaurantes no me llama la atención. Ni siquiera ir de compras. Me gusta leer, escuchar música, pasear por la naturaleza, ir a la playa y estar en casa. Prefiero estar tranquila antes que vivir grandes emociones. Me encanta estar en casa, escuchar a Ana Alcaide, encender velas e incienso, leer, escribir y estar conmigo misma. Soy más simple que el mecanismo de un chupete. 

En 40 años es la primera vez que vivo atrapada en un presente que me supera, pero a pesar de ello, no quiero salir de él. Todos los días van cargados de responsabilidad y obligación. Me he dado cuenta de que he vivido siempre bajo el "quiero", y ahora el "tengo que" lidera mis días. Y no lo llevo bien.

Esta forma de vivir era justo la que he rechazado siempre. 

Pero esta vez la solución no es irme y salir de esta realidad. No quiero cambiar de escenario. El escenario es maravilloso. Soy yo la que no está capacitada para estar en él. Soy yo la que está en pleno proceso de aceptación de esta etapa de mi vida en la que he dejado de ir a mi aire, para compartir aire. Creo que es la primera vez en mi vida que vivo algo así. Puede que influya que soy hija única. No lo sé.

Solo sé que estoy transitando esta etapa. Permitiéndome sentir todo lo que necesite. Sin juzgarme. Solo dándome permiso para ir transformándome mentalmente hacia la Aceptación, porque si algo he aprendido con los años, es que ese será el final de esta evolución personal. Todo es un proceso.

Seguramente sea incomprensible para muchos, excéntrico para otros...pero si algo me caracteriza, es que la opinión ajena no tiene ninguna credibilidad al hablar de mis sentimientos, porque la que siente, expone y drena emoción soy yo.