sábado, 24 de agosto de 2019

Nueve meses después...

Ya han pasado más de nueve meses.

Nueve meses donde el tiempo parece que haya corrido a una velocidad muy diferente a cuando estaba embarazada. Ahora el tiempo va en sexta y revolucionado.

Pero incluso a esta velocidad soy capaz de analizarme y mirarme...y eso es gracias a todos los años que llevo trabajándome.

No hay viaje más enriquecedor que hacia el interior. Hace mucho que lo empecé, y el camino recorrido juega a mi favor, puesto que me permite atenderme incluso rodeada de ruido.

Me ha costado adaptarme a esta etapa de maternidad y ahora sé que es porque he perdido privilegios...y eso siempre cuesta.

Privilegios para mí, porque soy de esas personas que ven la soledad como una maestra, que le fascinan los conciertos de silencio, que para tener compañía tenía perros, que no soporta tener demasiada vida social, que disfruta más leyendo que escuchando la vida ajena...y desde la llegada de Valentina todo esto se ha desvanecido.

Ahora vivo acompañada las 24 horas del día, y para alguien como yo...eso no suma.

Ser consciente de esto ha sido totalmente revelador, ya que siendo tan analítica, para mí, es vital comprender todo lo que me sucede o siento...y a pesar de ser algo que puede resultar muy visible, yo no he sido capaz de verlo con claridad y expresarlo hasta ahora.

Y como todo en la vida, una vez que lo expresas, empiezas a sanarlo...

Por eso la maternidad, para mí, está sobrevalorada...porque mi forma de vivir es bastante atípica. Soy de barro y silencio, mientras que la mayoría son de plástico y ruido.

Con todo esto no quiero que parezca que que ser madre solo resta...sino que para una persona como yo, este cambio supone un aprendizaje extra...ya que siempre es más difícil perder privilegios que ganarlos.

Para todas aquellas que ser madre era una meta, o que les encante la vida social, o que tener a alguien a quien cuidar y las necesite las haga sentirse realizadas, o sentirse queridas sea una necesidad debe de ser muy distinta la maternidad.

Pero como yo, seguro que hay más, porque todo lo que sentimos ya lo ha sentido alguien alguna vez...pero parece que echar de menos tu vida anterior o que te cueste aceptar esta nueva etapa no se puede decir, porque la maternidad tiene que ser algo maravilloso y bonito y reconocer que es una pérdida total de privilegios está casi prohibido.

Pues no.

El papel de madre, hasta ahora, es un coñazo y punto. A mí el de hija me gustaba más. No dormir es duro. La lactancia materna es puro sacrificio...y verlo como un momento de conexión privado entre madre e hija es simplemente una percepción personal para quien lo vea así...para mí es darle alimento, consuelo, cobijo y todo lo que necesite, pero para ella...yo no saco nada por darle el pecho...a mí no me llena sentirme útil, ni me siento realizada por cuidar a nadie, ni lo decoro como una conexión entre las dos, ni me siento mejor madre por darle el pecho...creo simplemente que somos mamíferos y darle el pecho, si se puede, es lo que fluye por naturaleza pura y dura...sin más.

Soy más realista que soñadora.

Es cierto que es enternecedor en muchísimas ocasiones, pero solo es mi propio juicio, basado en mi propia experiencia y por ello, mi propia confesión.

Cada uno percibe su experiencia de vida de una forma...y expresar lo que siento, a mí, no me da miedo, porque al fin y al cabo son mis emociones, y negarlas o esconderlas no hacen que no las sienta.

Así que ahora estoy más preparada para vivir esta etapa, dejo aparcados conscientemente mis privilegios, a pesar de que espero volver a recuperarlos con los años...porque la soledad y el silencio a mí me han aportado mucho.