domingo, 19 de agosto de 2018

Generación de madres conscientes

En mi generación existían los padres que deseaban darles a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron.

Venían de una época en la que pasaron carencias económicas y debido a ese motivo muy jóvenes ya emigraban a otras ciudades para trabajar y así envíar dinero a sus padres, o simplemente para buscarse la vida ellos, ya que en sus casas no había abundancia y, en muchas ocasiones, el campo no era el tipo de vida que ellos deseaban.

De ahí surgió una generación de padres cuyo objetivo era darles estudios a sus hijos. Ese era el deseo, tener hijos con estudios. Eso les hacía sentirse orgullosos como padres, y se llenaban la boca diciéndolo...en definitiva...puro ego.

Supongo que de ahí viene esta generación donde lo que más abunda son los títulos universitarios...la mayoría hemos pasado por la famosa “titulitis”.

Pero ahora es diferente. Ahora viene una generación donde el movimiento ya no es tanto con los estudios sino con criar conscientemente, madres conscientes se hacen llamar, a pesar de que la mayoría sigue moviéndose desde el ego igualmente.

Madres defensoras de la lactancia materna, de criar siguiendo el famoso “slow life”, respetando los ritmos de aprendizaje, como por ejemplo los “free schoolers”, o la moda del método Montessori...madres que solo desean mejorar ellas mismas para así darles lo mejor a sus hijos, y no por ser buenas o malas madres, dicen, sino para que crezcan felices.

Madres que se pasan el día autoevaluándose y juzgándose ya que defienden que sirve para hacer balance de las cosas y cambiar...pero la clave no es el cambio...sino la transformación...y eso no viene desde el ego.

Me resulta agotador ver este movimiento, ya que parece ser que todavía no se han dado cuenta que la mayoría lo hacen para satisfacer su necesidad de sentirse “buena madre”, la mayoría se mueven desde el ego y no lo ven.

No son conscientes de que lo único que necesita un ser es amor, que si la base del hogar está basada en esa energía todo fluirá como tenga que fluir, pero no como a nosotros nos gustaría, sino como el Universo/Dios tenga planeado para nosotros, ya que hemos encarnado para experimentar, no para tener vidas sin problemas, entre algodones y cargadas de la palabra “lo mejor” por doquier.

Estamos aquí para experimentar, para equivocarnos, para aprender, para evolucionar...y toda situación que vivamos y el trayecto recorrido nos irá convirtiendo en lo que seamos en cada momento.

He tenido una infancia feliz, o eso creo, porque en realidad no recuerdo mis primeros años y lo que logro recuperar es a través de fotos o vivencias que me han explicado y las he almacenado como recuerdos propios.

He tenido una adolescencia cargada de aprendizaje, juzgada por la sociedad como descarrilada, ya que salí de fiesta a drogarme, me relacioné con lo más complicado de cada barrio y mis vivencias no son las que mis padres hubiesen deseado para su única hija.

Estoy en una edad más madura y lo veo todo como un trayecto cargado de aprendizaje donde lo único que recordaba en mis peores momentos era la calidez de mi hogar en casa de mis padres, esa sensación placentera de los viernes por la noche recién duchada y con pijama sentada en el sofá con mis padres, sin prisas ya que al día siguiente no había cole y no teníamos que madrugar.

Ese calor lo desprendía el amor de mis padres, nuestro hogar...ese era el recuerdo más valioso en mis peores momentos una vez que me independicé.

Las broncas, los malos rollos, las malas contestaciones, la falta de paciencia de mi madre en muchas ocasiones por ir agobiada con el trabajo y la casa, el poco tiempo de ocio que les quedaba o las pocas ganas de jugar conmigo en otras ocasiones porque las tareas del hogar eran necesarias para empezar la semana...todo eso son experiencias que he vivido y no ha pasado nada.

De todo mi trayecto de vida he sacado aprendizaje y el trabajo ha sido mío, es decir, mi propio esfuerzo personal para afrontar mis sombras e incluso sanarlas en muchas ocasiones. Es un trabajo y esfuerzo personal. Nada de lo que me ha sucedido o he vivido es culpa de nadie, y eso incluye a mis padres.

Echarle la culpa al prójimo es lo fácil. La realidad es que nadie tiene culpa. La única responsable de mi experiencia soy yo misma.

Sentirte mejor madre por ofrecerle lactancia materna, sentirte mejor por darle biberón y turnarte con tu pareja, llevar a tus hijos a un colegio donde sigan el famoso método Montessori, conducirles hacia el veganismo...o cualquier movimiento que ahora esté de moda...es puro ego siempre que te haga sentir mejor que los que lo hagan diferente a ti.

Tus hijos van a vivir experiencias y sean las que sean formarán parte de su trayecto de vida, sin más.

El día que nos demos cuenta de que vinimos a amar el mundo y no a cambiarlo, ese día el amor será la energía que nos mueva y puede que veamos que estamos aquí para vivir experiencias, que todo tal y como sucede al final está bien.

En definitiva, que vinimos a Ser...así que no nos distraigamos con nuestro ego personal.

lunes, 6 de agosto de 2018

No soy tu diario

A lo largo de mis 37 años viajando por esta experiencia de vida he conocido a muchas personas. Uno de los motivos es que soy una chica bastante extrovertida y para mí es sencillo desenvolverme socialmente.

A día de hoy estoy convencida de que cada una se ha cruzado en mi trayecto para algo, y que el azar no ha sido el actor principal de ningún cruce de caminos.

He compartido con algunas de estas personas solo una parada, con otras he pasado más tiempo, con varias somos compañeros de viaje ocasional, y con mi círculo más cercano comparto viaje cada día.

Pero el tiempo de trayecto que hemos recorrido acompañándonos no es de gran importancia al fin y al cabo...en ocasiones con ciertas personas que casi no conozco se produce una conexión especial y aparece un sentimiento que da la impresión de que llevamos acompañándonos en el viaje una eternidad.

El problema, o bueno, tampoco lo catalogaría de problema...sino de factor determinante que a mí personalmente me hace sentir que el viaje no fluye en esa compañía, sino que he de poner de mi parte para hacerlo fluir...y es cuando aparecen personas que inconscientemente, quiero creer, se sientan ocasionalmente en el asiento de al lado solo para contarme su vida, sus experiencias, su proceso, sus cambios emocionales...y no son conversaciones de unos minutos de forma ocasional, sino que cada vez que se sientan a mi lado se repite la misma situación...minutos, incluso horas de mi vida escuchando detalladamente situaciones que han vivido, porque lo único que ellas necesitan es alguien que les escuche...su único fin es pasar un rato de su viaje acompañados y desahogándose.

Puede que carezca de empatía hacia el prójimo, puede ser, aunque realmente no es mi percepción, sino que simplemente son personas que no disfrutan del viaje conmigo, sino que utilizan ese espacio de tiempo en el que no tienen nada más que hacer para vaciar todo lo que necesitan sacar de su interior...y puede que penséis que eso lo hacemos todos, y puede ser que en alguna ocasión así sea...pero cuando siempre los trayectos compartidos se resumen en lo mismo...a mí me resultan densos y pesados.

Y este tipo de personas no solo transmiten sus dramas, sino también sus alegrías, es decir, personas que te usan como si fueses su diario personal, que te detallan ciertos momentos de sus vidas con todo tipo de detalles, seres que no han trabajado su soledad y no disfrutan de la amistad, sino que para ellas la amistad se convierte en una necesidad, es decir, eres su herramienta para darle un poco de luz a su sombra, ya que aún no son conscientes de que ellos tienen la luz necesaria para alumbrarse.

Es curioso cómo si me paro a visualizar por encima mi trayecto de vida me han aparecido varias personas así...simplemente creo que tengo paciencia para acompañarles, pero en realidad salgo desgastada la mayoría de las veces, y al final acabo sintiéndome mal por no tener la valentía de decirles:

-"Mira sois muy pesados, si os sentís solos adoptar un perro y si necesitáis que os escuchen una vez cada dos o tres semanas acudid al psicólogo, pero para escuchar monólogos me voy a ver alguna función".

Me gustaría remarcar que entre este grupo de personas no se encuentran todas aquellas que a través de mi blog o de mi canal de Ivoox se sientan de forma ocasional a mi lado y compartimos viaje, ya que estas personas tienen una invitación especial por mi parte para abrir su Alma y sacar sus sombras a través de correos electrónicos, de la misma forma que yo lo hago, y además son correos donde por ambas partes compartimos experiencias, es puro aprendizaje, no habla el ego, sino que son correos desde el Alma, son estados expandidos de conciencia donde todo el exterior desaparece y los realizamos en el momento que nos apetece, en nuestra soledad, conectando con nuestro interior, me atrevo a decir que son incluso sanadores porque ordenamos ideas, pensamientos...las piezas van encajando solas...y siempre acaban con las ganas de recibir respuesta...simplemente todo fluye...

Puede que escribir sobre esto no sea muy ético, no lo sé...pero estoy convencida de que no soy la única que tiene compañeros de viaje de este tipo a los que en realidad si les pusiese un holograma mío seguirían hablando igual, ya que no esperan ni siquiera respuesta, mis respuestas son monosílabos todo el rato, puesto que su única necesidad es hablar de sus experiencias dejando constancia que la soledad, a día de hoy, todavía no la han conocido como la gran maestra que es, y por el contrario, la siguen viendo como una enemiga que les acecha.