lunes, 27 de noviembre de 2017

El tabú de no querer ser madre

Soy una mujer de 37 años y cuando digo que no quiero tener hijos me empiezan a soltar unas frases en las que parece que todos se han criado en la misma familia con las mismas ideas, o a todos los han educado igual, o las reparten en los buzones como si fuese propaganda y se las han aprendido, porque siempre son las mismas y les aseguro que estaría dispuesta a aprender nuevos argumentos en contra por favor, que los típicos ya me los he aprendido.

Me resulta curioso cómo en pleno s.XXI vamos de modernos y avanzados para unas cosas, pero, por el contrario, para otras seguimos anclados en tradiciones obsoletas.

A día de hoy, la mujer ha pasado de ser mal vista por trabajar, porque su obligación era ser ama de casa...a ser mal vista por ser ama de casa, ya que ahora su obligación es trabajar...La cuestión es criticar y no permitir que cada uno viva su experiencia de vida como decida por lo que sienta, sino que hay que hacerlo por lo que decida la mayoría.

Así que aquí están la mayoría de las mujeres trabajando, porque es su obligación, y ya incluso nos gusta nuestro trabajo, porque hasta para eso nos adoctrinan...trabajar es sinónimo de sentirte realizada e independiente y eso nos hace más felices...y nos lo creemos...cuando en realidad la felicidad no tiene absolutamente nada que ver con eso, pero claro, eso hay que descubrirlo, no te lo muestran...y luego dicen que los que están adoctrinados son los catalanes...madre mía...pero si la mayoría viven sometidos a las creencias del sistema, de sus padres, de sus familiares, de su círculo social...es decir, existen tan pocas personas que piensen y decidan desde su interior...que me da la impresión que el sistema es la mayor secta creada jamás, donde la  mayoría viven sin darse cuenta de lo sometidos que están en realidad.

Y dentro de este sistema me encuentro experiencia de vida tras experiencia de vida...si antiguamente me quemaban en la hoguera por ser bruja, ahora si todavía estuviese permitido, me quemaban por decidir no ser madre.

Me quieren vender (y digo vender porque la maternidad es como un producto que promocionan constantemente) que es la mayor felicidad que se puede alcanzar; que sentir nueve meses a un ser en tu interior es algo maravilloso y de descripción inefable; que te llena la vida, sino mi vida será igual que un jardín sin flores, siempre incompleta; que aunque ahora piense así, mañana me arrepentiré y ya será tarde; que es el motor para salir de todo, que por los hijos siempre luchas y sacas fuerzas de donde no las hay...y podría seguir incluyendo frases pero desde el miedo, como que el día de mañana no tendré quien me cuide; que me quedaré sola...bla, bla, bla...

Y madres del mundo no se les ocurra decir nada negativo sobre estas idílicas frases sobre la maternidad, porque entonces las juzgarán y dejarán de verlas como se ven ellas, madres cargadas de amor incondicional...pero relájense, que en la vida no hemos nacido para ser buena madre o mala madre, o buena hija o mala hija...hemos nacido para ser madre o hija simplemente...lo de juzgar es algo solo terrenal, tranquilas, el juego de la vida es más sencillo en realidad...y además el amor incondicional encarnados es imposible de experimentar, el cuerpo humano no tiene capacidad para albergar un sentimiento tan inefable.

Cada vez soy más consciente de que el nacimiento puede que sea la peor experiencia en la vida de un ser, porque el cambio es brutal...pasamos del amor incondicional a la noria emocional y al juicio constante...nos pasamos media vida juzgando al prójimo.

Miren, a día de hoy, me siento libre sin nadie a mi cargo; disfruto de los días de fiesta de mi marido porque no tenemos que organizar horarios con colegios ni con nadie más; lo gozamos el día que nos apetece bajar a desayunar para luego volver a meternos en la cama hasta las tantas; valoramos nuestro tiempo libre para nosotros y nuestra soledad; aprecio el llegar a la cama cada noche con ganas de leer ya que no he desgastado toda mi energía yendo y viniendo de clases extra escolares, o parques, realizando baños antes de cenar; mis temas de conversación siguen siendo amplios y variados, no tengo el monotema de mi hijo y vivir todo a través de su emoción; disfruto de viajar al pueblo de mi padre e ir al río y dejo de disfrutarlo cuando se llena de ñiños que gritan y chapotean, lo siento, me gusta escuchar el sonido del agua y los pájaros mientras leo tomando el sol, qué le haremos; vivo con un nivel de preocupación menor que si fuese madre y estoy en paz cada noche porque si llega mi muerte, la acepto en paz sin tener nadie a mi cargo; puedo seguir aprendiendo y conociéndome ya que nadie me roba el tiempo constantemente; me preocupo por tener mis necesidades cubiertas, para sentirme en equilibrio emocional, no me dejo en segundo plano, olvidándome de mí; me encanta, cuando puedo, darme caprichos porque nadie me arrebata mi prioridad, yo misma; nuestra economía es más desahogada siendo dos, y vivimos con menos miedos, si no llegásemos a fin de mes, no tenemos personitas que dependan de nosotros; y no tiene nada que ver, en mi caso, con promocionarme laboralmente, porque a día de hoy eso ya no me llama la atención, esa idea era inculcada por mis creencias...pero ahora he recordado que en el s.XXI no eres más rico por tener más dinero ni nada material, sino que la riqueza, a día de hoy, se mide en tiempo, tiempo disponible para dedicarse a uno mismo, sin ocupar el tiempo de otros padres, que también tuvieron hijos y ahora vuelven a estar dedicados y sacrificados por la siguiente generación...pero yo lo siento de nuevo, no soy de la generación del sacrificio, como ellos, a mí me gusta cuidarme, mimarme y disfrutar de una vida sencilla y natural, pero tengo suficiente con los sacrificios del día a día, como para buscarme más. Y si me quieren quemar en la hoguera, se equivocaron de época, lo único que pueden hacer es criticarme, pero no me perturba demasiado, ya que en realidad, aquí y ahora, no existen...y yo aprendí a vivir en mi presente.

Y si el día de mañana cambio de idea y siento que deseo ser madre, pues tendré hijos si puedo, y si es demasiado tarde, ya me arrepentiré...pero la experiencia de vida es mía y solo me pertenece a mí. Así que les recomiendo que enfoquen su energía en ustedes, les aseguro que así llegarán más descansados al final del día, ya que pierden demasiada energía enfocándola en la experiencia de los demás.

En definitiva, hago lo que siento y no lo que debo, porque de la secta en la que vivimos no puedo salir, pero sí tomar decisiones desde mi interior y eso una vez que lo descubres te hace sentir que vives en plena libertad.

















jueves, 9 de noviembre de 2017

Pareja o compañero de viaje...

El tiempo y la pareja son dos conceptos que restan, es decir, sumar años junto a la pareja hace caer en la rutina, el desencanto y el desamor, o lo que es lo mismo restar...pero sumar años al lado de tu compañero de viaje de vida, siempre suma...pensado en él te hace experimentar la sensación de estar “en casa”, esa sería la sensación expresada en palabras, porque ya saben que aparece la inefabilidad, las emociones se sienten y expresarlas en palabras, es complicado.

Siempre he dicho que lo más bonito de las relaciones eran “los principios”, pero ahora sé, que era porque todos eran parejas y no compañeros de este viaje llamado Vida.

No olviden que aquí solo explico mi experiencia, mi verdad...pero puede que esté totalmente equivocada siempre, nunca se sabe...

Los principios, para mí, eran esos primeros momentos en los que me pasaba el día mirando la pantalla del móvil esperando que me escribiesen, porque los mensajes siempre estaban cargados de frases bonitas, ya que estaban pendiente de mi estado durante todo el día; esas primeras citas donde todo era mágico y ellos eran atentos, estaban pendientes de mí; solo nos veíamos para salir, es decir, cada uno vivía en su casa y vernos era solo tiempo de ocio; se desvivían por pasar tiempo conmigo; las horas pasaban volando porque conocernos ocupaba nuestro tiempo y disfrutábamos cada minuto; podíamos pasar horas mandándonos mensajes, el hecho de estar conectados era como estar en plenitud; existían esas mariposas cada vez que quedábamos, esos nervios combinados con ilusión...los principios siempre son bonitos, y después de mi última relación acabé tan quemada que mi idea era solo tener “principios”, porque luego todo se apaga y resta...pero cuando dejas de encontrar parejas y aparece tu compañero de viaje...todo suma siempre.


Cuando he convivido con pareja, ahora sé que en realidad, no ha salido mi verdadero yo por completo, no tenía la libertad de ser yo misma porque en realidad no tenía la confianza suficiente, no se alegraba por mi disfrute, sino que para que él disfrutase teníamos que disfrutar juntos. Por ejemplo, si yo me iba con mis padres 10 días al pueblo, en el fondo le fastidiaba, porque él se quedaba trabajando y me acusaba de “niña mimada”; si yo salía sola con compañeros de la universidad, cuando llegaba no me preguntaba ilusionado por cómo me lo había pasado...ahora sé que todo eso era reflejo de sus desequilibrios emocionales, pero en aquella época desconocía todo el tema emocional, el poder del ego, la repercusión de la falta de autoestima...lo he aprendido después...por aquel entonces no tenía ni idea.

Ahora sé que para poder encontrar a un compañero de viaje lo más importante es encontrarme primero a mi misma, aprender a amarme, respetarme y sobretodo a aceptarme. Dejando así de culpar al prójimo y afrontando mi propia oscuridad.

Una vez que encuentras un compañero de viaje, todo es diferente y el tiempo solo suma...no voy a negar que los años hacen que la relación viva diferentes etapas, pero son etapas en las que en el fondo cada vez te acercan más a esa sensación de “estar en casa”.

Pasas a tener una relación física que con el tiempo se equilibra al ritmo real de cada ser. Al principio la actividad sexual es casi diaria, es apasionante, es fogosa...pero con los años se equilibra, pero no por ello lo defino como falta de pasión o de amor, sino que simplemente el día a día tiene un desgaste energético y el sexo deja de tener la importancia que quieren darle. Eso le resta cantidad, pero nunca calidad. Nos regalamos abrazos, besos, masajes en los pies, caricias, tardes acurrucados en el sofá...Estar uno al lado del otro y tocarle con un pie, ya hace que me sienta “como en casa”. Creo que cuando estamos nutridos interiormente, todo se equilibra, incluso a nivel sexual, simplemente fluye, a su ritmo, y ese ritmo es perfecto tal y como sucede. Incluso cuando llegue una edad en la que el sexo deje de existir, porque en la vida todo son etapas, y lo bonito es ir aceptándolas.

Pasas a tener una relación emocional equilibrada. Donde soy consciente de que mis carencias no son culpa de él, sino mías. Disfrutamos de una convivencia sin peleas, ni gritos, ni discusiones habituales, sino que son esporádicas e incluso casi inexistentes. Mi disfrute es su disfrute, y viceversa. Si él es feliz, yo soy feliz, y viceversa. Acepto su libertad, teniendo muy consciente el desapego, somos compañeros de viaje y disfrutamos de nuestro trayecto, llegue a donde llegue...pero teniendo claro que hasta el día de hoy viajar juntos es lo más maravilloso que me ha pasado jamás. Pero eso no quita que también disfrute, sin sentimiento de culpa alguno, mis momentos de viaje en solitario. No dejo de lado aquello que me gusta, como leer, escribir, escuchar audios, ver pelis cutres de fines de semana de mediodía, viajar a mis pueblos...cada uno vive y disfruta su viaje en solitario, porque es necesaria y sana esa soledad.

Pasas a tener una relación mental equilibrada, donde el motor es compartir. Compartimos el día a día, conversaciones, dudas, economía...Existe una confianza, un respeto, una comprensión. No tiene cabida el miedo, porque le amo y aceptaré cualquier decisión que tome en su viaje, a pesar de que fuese incluso cambiarse de vagón o de trayecto...porque soy consciente de que somos compañeros de viaje, pero somos seres con experiencia de vida propias, personales e independientes.

Así, el momento más maravilloso de toda esta experiencia es compartir viaje con alguien tan extraordinario, y eso sé que ningún otro me lo podría ofrecer, porque puede que cualquier otra pareja me diese buenos principios, pero sentirme “en casa” solo es posible junto a un compañero de viaje, y yo me siento una afortunada.

Y esa sensación tan inefable de “estar en casa” te proporciona un viaje donde lo de menos es la meta, lo importante el recorrido y lo vital tener un equilibrio físico, mental y emocional.