lunes, 12 de junio de 2023

Existen otros hombres…

Sí. Lo afirmo con rotundidad. Existe otro tipo de hombre. Lo descubrí hace aproximadamente doce años. Hasta ese momento solo me había cruzado con esa parte de la población masculina que necesita a una madre en lugar de una compañera de vida.

Sé de lo que hablo porque lo he experimentado años, muchos años. 


Compartir vida con ese tipo de hombre donde la Play Station forma parte del día a día, o a quién hay que decirle lo que hay que hacer en casa porque sino no ve más allá de su nariz, o quién quiere perros solo para enseñar lo bonitos que son, pero sin responsabilizarse de ellos porque la palabra “responsabilidad” solo la tiene adherida cuando se trata del trabajo, o quién no sabe cuidar, mimar, valorar ni amar a una mujer, porque para poder hacerlo antes debe haberlo hecho con él mismo y ese trabajo personal todavía no sabe ni lo que es, o a quién trabaja fuera de casa como ella, pero dentro de casa la carga mental solo es femenina porque se ha acomodado en ese papel de ser cuidado y no cuidador, o a quién creías que iba a ser el hombre de tu vida y solo se ha convertido en el niño que no has parido…en fin, si alguna hay por aquí que lo haya vivido o lo esté viviendo, sabe de lo que hablo, no necesito explayarme más. 


Mi experiencia fue sin hijos. Menos mal. Ya no por ellos, porque la vida les ofrecerá oportunidades para sanar, sino por mí. Si acabé cansada de ese tipo de relación solo estando los dos, no quiero imaginar cómo hubiese acabado si hubiese estado en esa etapa donde acompañamos a la infancia. Seguramente no hubiese nacido en mí este impulso por aprender a acompañar a Valentina de una forma distinta a todo aquello que me rodea, o sencillamente tan solo lo hubiese admirado de lejos porque en ese tipo de relación llevarlo a cabo no hubiese sido viable.


Pero centrémonos en ser compañeros de vida, ya que para hablar de la maternidad ya tengo el otro blog. 


Fue hace unos once años, aproximadamente, justo en ese momento donde ya no podía más con ese tipo de relaciones y había decidido que no quería a ningún hombre más en vida…imagínate mi vida sentimental hasta entonces para tener ese pensamiento con tan solo 30 años. 


Pero entonces, la vida me tenía preparado uno de sus regalos, ya que el otro continúo disfrutándolo a día de hoy teniendo la fortuna de transitar una vida acompañada de un amor real en el que saboreo cada día lo que es sentirse cuidada, valorada, mimada y amada.


Se cruzó un hombre, un francés al que conocí unos años atrás por temas laborales, pero al que nunca tuve la oportunidad de conocer más a fondo. Jamás me hubiese imaginado que se había fijado en mí nada más verme en el hotel donde el destino cruzó nuestros trayectos de vida por temas laborales, ni nada de todo lo que me explicó en nuestros encuentros. 


Nuestro cruce de caminos fue para los dos algo especial que nunca olvidaremos, y siempre formaremos parte de los recuerdos el uno del otro, pero la vida tenía preparado planes por separado para ambos, y ninguno cambiaría nada de todo lo vivido hasta hoy. 


Nos vimos tres o cuatro veces, no más. Pero, para mí, fue el tiempo justo y necesario para descubrir que existía otra clase de hombre que sabe escuchar, que te hace sentir el ser más valioso y preciado que existe porque la manera de mirarte es especial. Saben mimarte, cuidarte, valorarte, tocarte y acariciarte siendo tú la prioridad y no él.


Fue el punto de inflexión en mis relaciones amorosas. Descubrí gracias a él que todo lo que yo había vivido y observado en mis relaciones o las de mi alrededor eran tan solo eso, un tipo de relación, pero que por ahí existían, aunque no en abundancia, otros tipos de hombres que son como esos últimos vaqueros de los libros que ensillan su montura y se van cabalgando entre los atascos de tráfico y los bloques de viviendas en busca de la pradera perdida. 


Fue revelador para mí. Gracias a esa experiencia me empoderé y rompí todo lo creado durante casi diez años de mi vida. Realmente me liberé. La sensación que sentí no sé cómo describirla, ya que aparece mi querida inefabilidad, pero a partir de ahí empezó mi transformación personal que continúa a día de hoy. 


Al cabo de unos meses se cruzó en mi camino mi compañero de vida. De ÉL ya he hablado en varias ocasiones, es un regalo del que a día de hoy tengo el privilegio de seguir disfrutando como mujer y madre, y me siento una afortunada por poder admirarlo en su papel de padre. 


Hace unos años leí que el compañero o la compañera de vida es equivalente al amor personal que uno se tiene a sí mismo, y doy fe que de que la afirmación es tal cual. 


Hoy soy consciente de que todas mis relaciones anteriores tan solo fueron oportunidades que la vida me puso para aprender a quererme a mí misma, pero no las vi hasta el momento que estuve preparada para ello. 


Así que hoy puedo asegurar que aprender a amarnos es el inicio de toda transformación, y de corazón os digo que vale la pena todo el proceso, a pesar del dolor que conlleva abrir el cajón de sombras y llegar a la aceptación de todas nuestras versiones, porque depende de tu vibración sintonizas con unas melodías u otras, y os puedo asegurar que hay música masculina preciosa desperdigada por el mundo, solo te falta encender la tuya propia para poder conectar desde tu plenitud y no a través de tus carencias.


Sigamos💫