jueves, 14 de octubre de 2021

Estudiar por obligación o elección

Soy hija única. Nunca he echado de menos no tener hermanos. Al contrario, me parece un privilegio haber sido la protagonista principal de la casa. 


He pasado miles de horas jugando, pintando, escribiendo y leyendo sola. Recuerdo tirar de creatividad e imaginación en muchas ocasiones, y la sensación de disfrutar en casa haciendo mis cosas. Puede que por eso siempre que me pedían dibujar algo, yo dibujaba una casa. Estar en casa era mi lugar preferido en el mundo. Existían a través del juego millones de escenarios para ser transitados.


En la escuela, terminé con el título de Diplomatura en Turismo. No porque fuese mi vocación ni nada de eso. Simplemente acabé COU y dejar de estudiar no era una opción en casa. Así que, de todo lo que había a mi alcance, esa fue mi elección. Me decanté por la especialidad de dirección y gestión hotelera.  La otra opción era Agencias de viaje. Y no era para mí. Me imaginaba sentada en una silla o en una oficina hasta la jubilación. Qué va. Ni hablar.


A la hora de la verdad, la mayoría de horas fueron pura paja. Todavía no les he encontrado la utilidad. Y como estudiar era más obligación que elección, hice millones de horas de campanas en BUP, COU y en la Universidad. La metodología, sencilla. Con no pasarte de las horas “sin asistir” permitidas y empollar para el examen te sacabas todos los cursos. E incluso, conozco a personas que fueron auténticos fenómenos en copiar y lo de estudiar lo hicieron bien poco. Yo nunca fui capaz. Me ponía demasiado nerviosa. Una lástima. 


Después de tantos años, mi sensación es que he dedicado muchas horas a memorizar para olvidarlo casi todo. Un total desperdicio.


Después viene la realidad. La vida laboral. Y en mi experiencia, en todas las empresas siempre me han enseñado durante las primeras semanas, o incluso me han formado con cursos propios. Así que, los estudios en mi caso, han sido lo de menos al final.


Mi formación académica se supone que ya hubiese terminado con el título. Pero la verdad, es que empezó a partir de ahí.


A lo largo de mi vida, me he ido formando en todo lo que ha llamado mi curiosidad y he podido pagarme, claro.


Lo que más me ha servido y no se me ha olvidado nada, es la formación en Terapeuta de Regresiones. Lo hice desde la más pura curiosidad. Siguiendo mi propio instinto de querer saber. Descubrir que el Alma no es ningún cuento, a mí, me ha transformado la percepción de la Vida.


Otra curiosidad es que a diario no uso ni una cuarta parte de las enseñanzas de los años de estudios obligatorios, ni la carrera, sino que me acompaña el Reiki, la Fitoterapia, el Quiromasaje, la Reflexologia Podal…y seguro que se me olvidan más. Porque he hecho muchos cursos. En realidad, soy curiosa por naturaleza propia. Y solventar dudas es casi una necesidad. 


Las horas de aprender a cocinar con mi madre no me han dado título alguno, pero es lo más útil que me llevo en el arte de vivir. Comer algo rico es un placer sensorial. 


No me puedo olvidar de decir que, a lo que más partido le he sacado, ha sido a los veranos que me iba a ayudar a mi madre en las casas que ella limpiaba. Aprendí a limpiar a fondo un hogar. Tampoco me dio titulación, pero es casi vital para mi día a día.


Con todo este rollo, solo quiero evidenciar que no se aprende solo en el sistema académico que nos muestra este país. Que existen otras vías de aprendizaje. La propia vida es la enseñanza más importante. Además, existen millones de alternativas para estudiar todo aquello que te llame la atención. Incluso, puedes obtener dinero para vivir de muchísimas maneras. Porque el trabajo es solo eso, intercambio de tiempo por dinero. Que no te sigan engañando. Y además, cuántos son los que trabajan en empleos que no tienen nada que ver con los estudios que hicieron en su día. 


Cada vez suelto más los miedos a que Valentina no entre en la educación convencional. Me siento atraída de una forma peculiar hacia el homeschooling, freeschooling, o cualquier nomenclatura que le quieran dar a acompañar a los niños en su educación, permitiendo que sean ellos los que marquen el ritmo a través de su propia  curiosidad por aprender, y no sea el sistema educativo capitalista el que les dirija sin más. 


El ser humano es curioso por naturaleza propia. Confío en la Vida, en el Universo, en los dones y talentos que cada uno traemos por esencia, y que olvidamos porque dejamos de permitirnos seguir, simplemente porque nos hacen creer que lo importante es estudiar y no escucharnos.


Puede que la respuesta de “para qué tantos años de estudios” llegue ahora, y sea para acompañar a Valentina en su proceso de floración, porque así veo a la infancia, como una semilla que está germinando, y florecerá a lo largo de su vida. 


Confío, plenamente, en que cada ser humano trae todo lo necesario para Ser. Pero necesitamos que nos acompañen, no que nos dirijan sin respetar nuestros propios tiempos. Puede que estemos tan desconectados de nosotros mismos por ese mismo motivo. O puede que no, que todo sea una paja mental mía. No lo sé.


Lo que sí que sé, es que hasta hace poco ni siquiera sabía que existían otras vías de educación. El camino de baldosas amarillas es tan llamativo, que nos ciega y no nos permite mirar más allá. Y si intentamos cruzar aparecen las dudas, los miedos, la incertidumbre…


Pero también, soy muy consciente de que cuando cruzas los límites, y observas todo lo que hay por descubrir, empiezas a tener conocimiento, y los miedos se desvanecen poco a poco.


Puede que mis siguientes cursos vayan dirigidos hacia esta forma de educar en casa. Para saciar dudas, indagar más, desgranar todo lo que pueda sobre esta forma de vida, porque algo tengo claro, educar en casa se convierte en una forma de vida para todos. No se trata solo de educación académica. 


A la vez, tengo presente que no quiero seguir el camino marcado de baldosas amarillas sin ni siquiera cuestionarme nada. 


Quiero buscar información. Saciarme. Ir sintiendo y eligiendo. Y decidir. 


Hasta los seis años todavía tengo tiempo. Ya se irá viendo. 


Cabe la posibilidad de que empiece a indagar más, y decida que no. Tampoco lo sé. Pero elegiré lo que sienta y no lo que toque. Sin miedo. Sin culpa. Con información y argumentos. 


Mis padres eligieron el tipo de educación para mí, y ahora somos nosotros los padres. Nos toca decidir desde nuestro momento evolutivo. Sin más. 


Aquí aparece de nuevo el Alma. Qué suerte haber aprendido tanto, porque me acompaña

la confianza plena de que lo que sucede conviene, que todo es un proceso, y que al final todo estará bien.