viernes, 24 de septiembre de 2021

Cambio de mirada

Miro diferente el mundo en general.


No sabría decir cuándo, cómo, ni dónde…pero en la mirada en la que antes veía moda como parte de la propia vida, ahora veo, simplemente, una herramienta más para dirigirnos por ese camino de baldosas amarillas.


Hacía mucho que no venía a un centro comercial. Y me siento totalmente desubicada. Lo observo como ese lugar que solo sirve para abastecerse entre bambalinas para la gran función del día a día.


Me resulta demasiado impostado todo. Pero lo que más me abruma no es lo que veo, sino ¿por qué ahora lo veo todo así?


Yo he estado dentro de la función. He tenido vestidor. He combinado prendas, tejidos y colores para diferentes eventos de mi vida. Vestía según un protocolo ficticio que nos marca qué ponernos según la ocasión. Sí. Reconozco que he vivido sometida bajo esta forma de vida durante años. 


Ahora me resulta un gran espectáculo para el que ya no tengo invitación.


He consumido según mis ingresos la mayor parte de mi vida. Es como si fuese una regla a seguir. Sin preguntarme nada. Solo viviendo así porque era así, sin más.


Pero lo que ahora llama más mi atención no es haber estado ahí, sino no haber sido consciente de que estaba ahí. 


Creo que llevar más de 5 años viviendo desconectada de la ciudad y de los seres humanos ha tenido consecuencias en mí. 


Me relaciono con muy pocas personas, y todo son pequeños momentos. Mi vida social, del día a día, todo este tiempo hemos sido nosotros. Fernando y yo. Yo y Fernando. Bueno, y Tako, Jara y Max. Nuestros perros. Luego, apareció Valentina que todavía nos ha transformado más la mirada hacia la Vida, si cabe. 


Cuando bajo a la civilización y veo la forma de vestir, convivir, desenvolverse, comunicarse y estar…más lejos me siento de ella.


Estoy aquí sentada en un banco, en medio de un centro comercial. Valentina durmiendo en el carro. Hemos terminado de comer y ella la siesta no la perdona, de momento. Fernando se ha ido a dejar el coche al concesionario porque tienen que hacer no sé qué electrónico que no hicieron en su día, y por una carta nos obligan a perder horas de nuestra vida para llevar el coche. Gratuitamente ponía. Porque claro, tienen la creencia de que solo el dinero vale, porque el tiempo invertido no tiene precio en esta sociedad.


Así que aquí estoy. Esperando a que vuelva para abastecernos de alimentos y volver a alejarnos de todo esto. Viendo pasear personas de todas las edades. Observando cómo se desenvuelven. Bolsas para arriba. Bolsas para abajo. Puro espectáculo.


Y yo con en esta cabecita llena de dudas…


¿Cuándo hemos caído en las redes de este sistema consumista que nos hace actuar según sus intereses haciéndonos creer que son nuestros? 


¿Cómo hemos sido captados por esta sociedad sectaria donde nos imponen la forma de vestir llamándolo moda y nos sentimos orgullosos de ser sus prisioneros? 


¿Por qué vivimos sin ni siquiera ser conscientes del dominio que tienen sobre nuestra forma de vida?


No tengo respuestas. No lo sé. Solo sé que aquí sentada en medio de este ir y venir de consumidores, me siento cada vez más desubicada. 


Así que aquí me encuentro. Con canas, porque desde que me rapé el año pasado mi pelo es como es. Bambas de hace unos años, porque hasta que no se rompan me acompañan sin necesidad de combinar con el resto de mi vestuario, porque solo me sirven para no ir descalza. Tejanos desgastados por el uso no por las técnicas que usan para que sea más cool. Una camiseta cualquiera. Una mochila de Carioca que nos regalaron hace un tiempo y ahora con todo lo que tengo que llevar me va perfecta…y Valentina en la teta. Sí, estaba en el carro, pero ya no. Se ha meado durmiendo la siesta, mientras yo aprovechaba para escribir esta entrada, y después de cambiarla, donde mejor está es aquí, en su refugio. Porque a pesar de tener casi tres años, la teta sigue siendo ese lugar para cobijarse de este mundo abstracto donde lo que menos importancia tiene es lo esencial. La propia Vida.