jueves, 14 de marzo de 2024

Yo soy, tú eres

No hemos nacido para permitir que nadie nos dirija a pesar de que sea la forma más normalizada de hacer las cosas en esta sociedad. Siento que la forma adecuada para que cada uno transite su propia experiencia de vida, sin interferir bruscamente en un proceso ajeno, es a través del acompañamiento. Ahí está la clave.


Gracias a la llegada de Valentina a mi vida he adquirido este conocimiento, porque recordé que la forma de criarla es desde el acompañamiento respetuoso y gracias a todo lo que he aprendido estos años a través de cursos, lecturas, talleres y formaciones hoy tengo la seguridad y la confianza necesaria para apagar ruidos externos y subir decibelios internos en todos los ámbitos de mi vida. La maternidad me ha traído el regalo de aprender a confiar en mi susurro interior.


Nunca he sido una persona que se ha dejado someter, y sino que se lo pregunten a mis padres. Mi padre jamás ha logrado alcanzar ese papel de padre en el que gracias a la autoridad ha ganado mi respeto, sino que por el contrario cuanta más autoridad ha intentado ejercer a lo largo de mi vida menos respeto recibía porque yo solo he resonado en el diálogo de tú a tú, sin ningún poder piramidal donde alguien se cree más que otro.


Mi forma de entender el respeto es ofreciendo el mismo al prójimo, estando ambos en el mismo nivel, porque yo soy y tú eres, pero nadie es más. 


Siento que hemos olvidado en algún momento de esta evolución que todos somos seres infinitos, pero tengo el gran privilegio de que gracias a ser terapeuta de terapia regresiva estoy continuamente recordando quién soy a través de reencontrarme con mi verdadero ser.


Hemos venido con un inmenso regalo, el libre albedrío. Te puede gustar más o menos lo que hace alguien, pero no podemos olvidar que cada uno de nosotros decide, y todo lo que no decido, no es mío. Nadie puede decirnos qué hacer o cómo hacer. La aceptación final es personal, siempre.


Cuando alguien nos decepciona, no es que ese alguien haya hecho nada, sino que nuestras expectativas en el prójimo han derivado en frustración porque no ha salido como nosotros queríamos, en realidad más concretamente como nuestro ego quería.


Existe un gran enemigo en la terapia regresiva, el ego, y ese ego es el que se enfurece cuando algo no sale como quería ya que creía tener el control de algo cuando en realidad no existe el control de nada porque la clave es fluir. Es el Universo el que permite que se materialice algo en el presente y cuando eso sucede es la osadía del ego quién juzga que eso no debería estar sucediendo, pero se olvida de que si se da es porque tenía que darse, para lo que sea, a pesar de no lograr comprenderlo a día de hoy.


Puedes estar o no de acuerdo en algo, pero presionar para que las cosas sucedan de la manera que tú ves correcta es equivalente a dar por insignificante la opinión del prójimo. Y eso es ego. 


No sabemos relacionarnos vibrando en el amor. No respetamos los procesos personales y los ritmos propios. No es desde el ego desde donde debe nacer una relación sino del el ser de cada uno de nosotros teniendo presente que todo es un proceso y al final todo está bien.


Todo lo que el Universo permite, es porque así debe de ser para lo que sea que haya sucedido. La gestión emocional es un trabajo personal y la terapia regresiva no es solo una herramienta de trabajo sino que integrarla como herramienta de vida es un regalo del que llevo disfrutando años y estoy deseando que el Universo me permita seguir aprendiendo, porque seré siempre aprendiz y solo aprenderé de mis propios errores, esos que jamás serán nada más que parte de mi propio proceso evolutivo.


Confío plenamente en el Universo y sobretodo en que al final todo está bien, siempre.


Sigamos💫