martes, 12 de septiembre de 2023

“Vives aislada y no estás integrada en la sociedad”…

Hoy me han dicho que no soy parte de la sociedad, que no estoy integrada, que vivo aislada…en resumen, me han querido decir sin decírmelo claramente que no soy “normal”, bueno, que mi actitud a nivel social no es lo normativo.

Me ha dolido. Claro que sí. Me duele que me digan todo eso porque a nadie le gusta sentirse rara o distinta y no experimentar esa sensación de pertenencia, tan importante para el ser humano. No encuentro mi lugar debido a que la forma de vida que la mayoría transita, a mí no me cuida y saca una versión mía que no me hace bien. Y eso no lo creo, sino que a día de hoy, lo sé.

He vivido una adolescencia rodeada de personas por todos lados, donde la socialización me llevó a emborracharme, pero

no me gustó el alcohol, así que probé los porros y seguí con otro tipo de drogas más duras. No fueron las personas con las que socialicé las que me empujaron hacia nada, sino que voy siendo consciente de que para dejar a un lado mi vulnerabilidad o mi vergüenza, y desinhibirme o atreverme a desenvolverme en ciertos momentos donde no soy capaz desde mi consciente, necesito alterar mi conciencia para dejar salir a una parte de mí que existe, me divierte y es apreciada en esta sociedad.

Esa chica extrovertida, divertida, sociable, a la que le gusta estar rodeada de gente porque cree que la diversión es eso que ha visto desde siempre, y que brilla por sí misma por naturaleza sale cuando la vergüenza desaparece y el alcohol o las drogas hacen su efecto. 

Hoy me han dicho que esa Cristina que existió hace más de 12 años cuando me acababa de separar, que salía por ahí, conocía gente, vivía esos principios en las relaciones que tanto mueven por dentro, que salía de noche y bebía mojitos permitiendo que el alcohol hiciese su efecto (ya que las otras drogas estaban erradicadas de mi vida) y la vida se convertía en noches más chispeantes en la que salía una versión más cañera de mí; donde combinaba ropa y zapatos, porque arreglarme era un ritual, me veía mejor y más guapa, porque ese tipo de belleza es la que me creí; donde la vida social era mi motor porque estar sola no era una opción e inconscientemente me arrastraba todo aquello que estaba en el día a día material sin cuestionarme nada de todo eso sutil que a día de hoy es el engranaje de mi presente, era mucho más divertida y guay que la de ahora. Y me he hecho pequeñita. Me ha llegado tan profundamente que las lágrimas han aparecido. Porque esa versión de mí que alaban la dejé ir y la despedí hace años, abrazándola y amándola tanto que se disipó, porque ya no tiene necesidad de salir, ya que en realidad se ha transformado e integrado en la versión actual de mí misma. 

Soy consciente de que ese tiempo que pasé en esa forma de vida fue el necesario para ser consciente de que no es para mí, que es una vida vivida a través de mis carencias emocionales, y que por ahí no es mi camino.

Por el contrario esa versión mía es la que gusta al mundo, la que brilla en sociedad, la que encaja en cualquier lugar y con quien sea…pero aprendí hace años que no me hace bien, que esa versión tan integrada en la sociedad es a mí a quien no cuida de fondo y que esa manera de socialización es totalmente tóxica para mí.

Soy vergonzosa. Mucho. Estoy agusto sola. Me gusta pasar desapercibida. Leer. Escribir. Caminar descalza para tocar tierra, y así descargar y cargar a la vez. No vibro con la mayoría de personas de mi edad. Me siento mejor con personas más mayores, desde pequeña. Puede que sea verdad eso que dicen que soy un Alma vieja y para poder encajar en esta sociedad ha sido necesario alterar mi estado de conciencia para disfrutar de ese estado, tolerar estar rodeada de personas hablando de cualquier cosa con tal de hablar, donde lo que menos importa en realidad es con quién, sino cómo te sientes tú con esa otra persona, porque las relaciones son con uno mismo, el otro no es más que una herramienta del Universo a la que tú le das significado. 

Conseguir esa sensación de plenitud al compartir tiempo y entablar una conversación con alguien estando ebria y sin drogarme sucede pocas veces, la mayoría me hacen bostezar. No son ellos. Soy yo. 

Ejemplos tan básicos como que mi hija no va al cole y eso lo ven raro, mientras que yo veo más raro que a día de hoy den collejas o cachetes a un niño para que se “porte bien”.

Me dicen que soy rara porque evito grupos de personas de mi edad donde abunda el alcohol y en los que las conversaciones son banales, donde solo se habla de la vida terrenal y lo físico, mientras que yo veo raro que nadie se cuestione la vida después de la muerte, que no se hable del alma ni se toque nada referente a todo lo invisible que forma parte del día a día.

La vida me ha puesto delante este escenario donde tengo que socializar diariamente porque Valentina tiene esa necesidad y acompañarla es mi presente. Pero no resueno con la mayoría de personas con las que solo me une el presente en unos días de verano, con las que no tengo nada en común, con las que no puedo compartir conversaciones de mi día a día porque mi manera de percibir la vida se acerca más a lo sutil que a lo físico, ni sobre la crianza ya que nada de todo lo que transitamos es de su interés sino que les produce rechazo y todo pasa a ser cuestionable desde el juicio porque el desconocimiento es muy osado, excepto con esa pequeña minoría que lo cuestiona pero con una diferencia que queda evidente y se percibe, ya que nace desde la curiosidad sana por aprender de todo aquello que desconocen y sencillamente les llama la atención.

Me ha quedado evidenciado que me siguen produciendo dolor las palabras ajenas, que he de seguir trabajando para no otorgarle ese poder que en realidad no les corresponde y que he de continuar enfocando mi energía en seguir adquiriendo seguridad y confianza porque ahí está la clave para no volver a experimentar esta situación.


Nota de autor: todo esto sucedió un día de agosto cualquiera, pero ahora he tenido la capacidad para exteriorizarlo✨


Sigamos💫