Maternidad consciente.
Esa es en la que me he visto identificada durante un tiempo, hasta que me
pregunté: Entonces la de otros qué es...inconsciente?- Y enseguida dejé de
sentirme agusto ahí.
Siento que la maternidad es libre, que cada una hace lo que
puede desde el momento evolutivo en el que se encuentra, y la acompaña o no,
dependiendo del trabajo interior que lleve realizado. Pero que todas son igual
de válidas, ya que todo está bien tal y como sucede, por eso este momento
existe.
He de reconocer que llegar a este punto, ha sido un proceso. Un proceso
en el que he caído en el juicio en infinitas ocasiones. Me parecía inaudito el
porcentaje tan bajo de lactancia materna, que el biberón esté tan reconocido y
aceptado, y que detrás tenga argumentos como: no ser tan esclava del bebé,
compartir con la pareja la alimentación y poder turnarse, no aceptar que los
pechos se caigan o simplemente escuchar un "porque no quiero y punto".
Tampoco
comprendía el hecho de dejar llorar al bebé para que aprenda a dormir solo,
basados en reflexiones tan vacías como que es lo que toca, que tiene que
aprender o incluso, porque estoy cansada.
Mi mente rechazaba muchas formas de
crianza, simplemente porque no resonaban con la mía.
Pero mi mente hizo un
"click", como en muchas otras ocasiones en mi vida...lo puedo definir con un
ejemplo, porque aparece mi querida inefabilidad...es como cuando de repente
comprendes un problema matemático y lo resuelves, y en tu cerebro sucede algo
que no sabes explicar, pero que a partir de ese momento ya no hay retorno, y lo
ves todo diferente, sencillo, y sientes que es así.
Pues, a pesar de que sigo
sin entender esas formas de crianza, he dejado de intentar comprenderlas,
simplemente he recordado que no me pertenecen esas experiencias, y que yo solo
debo centrarme en la mía, y si a alguien le resuena, darle luz con mi ejemplo.
Nunca imaginé ser madre, no fue mi sueño nunca, ni mi mayor ilusión en la
vida...pero Valentina apareció y con mi forma de percibir la Vida, sentí que
debía informarme al respecto, porque mi desconocimiento en el mundo el bebé era
demasiado elevado.
Desde que supe que estaba embarazada, viví el proceso con
toda la información que recibí en la formación de Terapia Regresiva, que fue la
que me aportó esa sensación interna de que yo era el canal para que ella pudiese
venir a experimentar su propia experiencia de Vida, porque ella me había
elegido, pero yo también la había aceptado...y mi función era la de acompañarle.
Durante los nueve meses tuve conversaciones infinitas con ella, de forma
unilateral, por supuesto. Le expliqué todo lo que fui sintiendo, cada emoción
que me embargaba por alguna experiencia que se me presentase, siempre haciéndole
hincapié en que esa emoción era mía y no suya, que fuese consciente de ello. Le
hablé sobre el momento del parto, que ella era la que tendría que iniciar el
proceso, y que mi cuerpo se activaría, y que ella era la que sabía lo que tenía
que hacer, que estuviese tranquila, que confiase en ella, y que yo estaría a
este otro lado para recibirla y acogerla.
No sé si todo el trabajo que hice
durante el embarazo fue la clave para que el parto fuese rápido y sencillo, pero
en tan solo tres empujones y cinco minutos, Valentina estaba en mis brazos.
Después vinieron meses en la que ella necesitaba mi cuerpo o el de papá para
dormir. En la cuna era incapaz de estar, en el carro tampoco, ni en ningún lugar
donde ella se sintiese sola...pero puede que después de tantos meses siendo
consciente de estar acompañada, de repente sentirse sola, no era una opción para
ella.
Pasamos muchos meses donde todas las noches mi pecho era su colchón, ella
necesitaba escuchar el latido de mi corazón y mi calor para dormir todas las
noches, y yo lo acepté...preparé la cama con cojines y almohadas para mi
comodidad con ella encima, y que no pudiese salir de entre mis brazos.
Llegó el
día en el que aceptó quedarse al lado de mi cuerpo, sin la necesidad de estar
encima. Surgió, sin forzarlo, sin presionar...simplemente sucedió. Y a día de
hoy, casi 26 meses después, seguimos así, sigue durmiendo a mi lado, pero ya sin
necesitar el contacto físico para dormir, solo necesita el pecho para coger el
sueño cada vez que su ciclo termina y empieza el siguiente...pero solo es su
evolución del sueño, su ritmo, sus tiempos.
Desde el principio se alimentó a
través de mí, porque así lo sentí.
Ella necesitaba cubrir su acción innata de
succión, y yo igual que durante los nueve meses, era la vía para su
alimentación...solo me faltaba saber cómo. Ese detalle fue el desencadenante
para nuestros problemas, porque los inicios no fueron fáciles, sino
horribles...pero en el hospital encontramos a la persona adecuada que me ayudó a
no tirar la toalla, y a día de hoy, soy consciente de que algo tan natural como
amamantar es uno de los grandes desconocimientos de esta sociedad, porque
vivimos totalmente desconectadas de nuestra energía y poder femenino.
Hemos
pasado por todas las crisis de lactancia, pero una vez que estás sumergida en
esta etapa te aparecen libros, y una red de apoyo e información virtual
impresionante. Nombres como Alba Padró, Lactapp, lactamagic, Carlos
González...pasan a ser tus grandes maestros en este mundo autodidacta de la
lactancia.
Y ahora, después de más de dos años, cuando todo parecía dominado y
asentado...zas! entramos en la crisis de los dos años...parece ser que es la
última, pero la más dura y duradera.
A los seis meses apareció el mundo de la
alimentación complementaria, y ahí se abrió el abanico del Baby Led weaning,
donde igual que en todo referente a la maternidad, aparecen mil madres que
ofrecen talleres, porque ya son expertas y ellas son la solución, a pesar de
llevar pocos años en este mundo...y es que existe un mensaje que nos acompaña de forma subliminal "Necesitas a alguien para todo"... cuando en realidad cada mujer posee toda la
información necesaria para criar, igual que nuestro cuerpo es capaz de crear
vida solo...pero nos hemos desconectado tanto de nosotras mismas por querernos
convertir en energías masculinas, que hemos perdido nuestra sabiduría femenina.
Y Valentina volvió a darme otra gran lección, me evidenció que solo ella sabe
sus ritmos, sus tiempos y que debo confiar en que ella tiene toda la información
necesaria para desplegar todo su potencial y desarrollarse como el ser que ha
venido a Ser.
No empezó a comer hasta pasados los 18 meses, porque antes
picoteaba algo o nada. De la misma forma que caminar. No empezó a caminar hasta
los 16 meses, cuando ella se sintió preparada, porque permitimos que fuese ella
la que lo hiciese libremente, sin nuestros brazos de apoyo, sin prisas, sin
presión...solo acompañándola en su propio proceso.
Pero si miramos atrás, todo
ha ido fluyendo, no hemos forzado nada, ni hemos intentado seguir ninguna forma
de crianza, solo hemos observado sus necesidades auténticas y las hemos
cubierto, de la forma que hemos sentido más adecuada en cada momento.
Hemos sido
nosotros los que hemos ido adaptando nuestra vida a sus necesidades, y no al
revés, porque sentimos que ella es incapaz, con la edad que tiene, de reprimir
emociones o necesidades, pero nosotros desde nuestro papel de adultos sí que
tenemos herramientas para gestionarnos.
Y a día de hoy, más de dos años después,
reconozco que nos sentimos unos privilegiados por ser espectadores en primera
línea, de ver cómo Valentina va desplegando toda la esencia que ya tiene en su
interior desde su nacimiento, puesto que partimos de la base de que somos como
semillas, y poseemos en nuestro interior toda la información necesaria para
desarrollar este capítulo de nuestra experiencia de Vida.