viernes, 7 de marzo de 2025

Vuelvo siendo la misma, pero diferente…

Hace seis meses que entramos a vivir en esta casa. Medio año. Un día tras otro que han acontecido de forma cotidiana pero que visto así de lejos parece que nos hayamos teletransportado. El tiempo vuela si lo miras en conjunto, pero las horas en ocasiones parece que no pasen. Es curioso de observar.

Hemos vivido en muchos lugares. Para contarlos tengo que pararme a pensar, y eso ya lo convierte en muchos, para mí. Cada uno de estos lugares nos han aparecido como de forma mágica. Sí, la palabra que define nuestros acontecimientos es magia. Siento que el Universo me cuida, desde siempre. Eso no quita que he pasado momentos difíciles, a nivel emocional, mental, físico y económico, porque las experiencias que se presentan son para algo, y de eso a día de hoy no tengo duda alguna…pero en general siento que el universo me sostiene en cada paso que doy. 


Cada vez que nos hemos mudado he tardado un tiempo en sentirme “como en casa”, que para mí es esa sensación de “hogar” que sientes cuando entras en tu casa y la sientes parte de ti, porque te sientes acogida, protegida, huele a “tú casa”, es una zona de confort y donde energéticamente te recargas diariamente del desgaste que produce el exterior. Este proceso dura un tiempo, si os habéis mudado alguna vez, lo habéis experimentado seguro. Al principio es la ilusión de organizar y montarlo todo a tu gusto, con tu esencia personal, luego te vas asentando…pero llega un día puntual donde sientes “hogar” ese lugar que habitas desde hace un tiempo, y ahí acaba el proceso de adaptación. 


Esta es la ocasión que menos ha tardado en llegar ese día. Puede que influya que ver el mar desde el salón es un regalo, y esta es parte de la magia que el universo me ha regalado a lo largo de toda mi vida. He acabado viviendo en cada uno de los lugares que me hubiese gustado vivir: en la ciudad, en la montaña, en las praderas rollo Heidi, al lado del mar y viendo el mar desde casa. En pisos pero que sean bajos con jardín o ático, en casas adosadas y en casas independientes. 


Me crié en un barrio rodeada de asfalto, pero nunca fui consciente de que era así. Veraneaba en los pueblos de mis padres, repartíamos el agosto entre Saleres y Paradaseca del Bierzo. Quince días a cada lugar. Cada uno quería estar en su pueblo y ese fue el acuerdo familiar que viví durante todos los veranos mientras llegué a la mayoría de edad. Vivía un mes rodeada de naturaleza. Siempre lloraba al volver, me daba pena dejar los pueblos. Lloraba a mediados de agosto por irme al Bierzo, y a finales de agosto por irme a Barcelona. Soy muy sentimental, y cuando me voy de un lugar siempre me nace la emoción de la tristeza, aunque se mezcle con la alegría de un nuevo comienzo…así que las lágrimas aparecían y sencillamente corrían por mis mejillas. He vivido en muchas ocasiones, esa imagen típica de película de ir en los asientos traseros del coche y mirar con lágrimas en los ojos hacia detrás viendo lo que dejas con nostalgia. 


Me independicé y me fui al lado de las montañas de Montserrat. En verdad me dejé llevar, creo que no me hubiese ido ahí si lo hubiese tenido que decidir sola, pero luego entendí que fue una decisión clave para mi propia experiencia de vida. Esa casa fue mi centro de desintoxicación, no solo de mi adicción a la cocaína, sino de todas las relaciones de amistad tóxicas que me acompañaron durante toda mi adolescencia. En esa casa fue donde más sufrí, pero a la vez fue mi lugar para renacer. Además fue el lugar ideal para empezar a vivir con mi compañero de viaje actual, porque por aquel entonces estaban Jara y Max, que me acompañan a mí y Tako que iba con él, (hablo de nuestros perros) y os aseguro que tres perros de dimensiones grandes no pueden estar en cualquier lugar. Fue todo perfecto. Pero no idealicéis, porque me refiero a cómo el universo organizó nuestro cruce de caminos, a cómo todo se ordenó de forma sublime, pero pasaron muchas cosas porque en la vida siempre pasan cosas, y no vivimos en la Aldea del Arce. La felicidad es efímera y está bien que así sea. Para mí sufrir o tener experiencias dolorosas no es algo negativo, sino que sencillamente es una parte de esta experiencia, y soy muy consciente de ello…es el contenido de mi experiencia de vida, pero el universo organiza el continente de dicha experiencia y desarrollar la habilidad de observarlo es un privilegio que adquirí hace mucho tiempo ya.


El universo nos presentó la oportunidad de irnos a Cantabria. Todo se ordenó para podernos ir sin cargas materiales, y eso que los dos estábamos hipotecados con anterioridad, uno a 30 años y yo a 40. Toma ya. Perdimos mucho dinero con nuestras ex parejas, los dos, pero nos fuimos en paz, y esa emoción interior os aseguro que tiene un valor incalculable. El dinero viene y va. Siempre. La paz te acompaña en tu interior y perderla es algo que acarrea consecuencias a nivel físico, emocional y mental. Lo sé porque lo he experimentado, tengo ese conocimiento adquirido a través de mi propia experiencia, y ese aprendizaje es vital por eso no tiene título y no se puede comprar. Los grandes aprendizajes propios de la vida no tienen título porque se integran en tu ser, eso es algo maravilloso porque no se puede mercadear con ellos, y de esa manera siempre seguirán siendo parte de la esencia. Ahí está todo lo esencial para la propia existencia. En lo sutil es donde verdaderamente sucede lo más valioso de toda nuestra experiencia.


En Cantabria acabamos en una casa en Beranga, donde las vistas eran prados verdes. Acabé viviendo en HeidiLand. Toda mi vida en el pueblo de mi padre me encantaba el prado verde de enfrente de casa, y el universo me llevó a vivir a un sitio muy parecido. En esa casa sentí muy profundamente la soledad, nunca antes la había experimentado con tanta intensidad. Fue muy duro, pero a la vez una de las mayores oportunidades que me ha dado la vida, porque ahí tuve la oportunidad de volver a conectar conmigo misma, aprendí a amarme, a valorarme, a conocerme…en definitiva a aceptarme desde el amor. Así que esa etapa la conservo como mi metamorfosis personal. 


Nació Valentina y nos fuimos a vivir al lado del mar. A Noja. Llegó la pandemia mundial y el universo nos colocó en un lugar idílico donde no vivimos absolutamente nada de todo lo que daban en la televisión. Ahí apagamos la televisión para siempre. Nuestro presente fue otro, así que otro motivo para ser testigos de que el universo me sostiene y me cuida, mucho. Pasamos esa temporada en un bajo con jardín en una urbanización de bloques de pisos vacíos porque eran solo para la temporada de verano, y una zona ajardinada común solo para nosotros tres y Max (el perro que nos quedaba porque los otros desencarnaron en Beranga). Abrieron las restricciones y los 500 metros se convirtieron en tener la Playa de Ris como nuestra playa privada diaria. En ese lugar desarrollé mi capacidad de vivir en presencia, porque es el mayor aprendizaje que me ha traído la maternidad. Y no idealicéis, porque os recuerdo que de los buenos momentos se disfruta y de los malos se aprende, así que todo lo que aprendí viene de un proceso doloroso. Eso no quita que haya disfrutado también, por supuesto, pero os vuelvo a repetir que la vida no es la Aldea del Arce. A todos nos pasan cosas, y de eso trata VIVIR.


Otro cambio apareció en nuestra vida. El universo nos organizó una oportunidad de trasladarnos a Valladolid. Acabamos en una casita pequeña en un pueblo de la España vacía, Casasola de Arión. Ahí nació la necesidad vital de socialización de Valentina y un cole rural fue el mayor regalo para iniciar su proceso de escolarización con cinco años. Todo ordenado, de nuevo. Todo muy bien colocado. Todo como por arte de magia. Ahí me abrí a servir al universo con la seguridad, la valentía y la fortaleza adquirida a través de toda mi propia experiencia personal, y fue mágico ser testigo de cómo el universo ordenó absolutamente todo, de nuevo. 


Casi tres años después el universo volvió a mover sus hilos y nos organizó el traslado aquí, A Coruña. Primero encontramos un piso de alquiler que fue ideal para conocer Betanzos, empezar y ubicarnos dentro de una comunidad que desconocíamos por completo. Tres meses más tarde nos apareció por arte de magia esta casa, y digo que es magia porque ahora que ya llevamos aquí seis meses es la palabra que nos repite todo nuestro alrededor, ya que encontrar alquiler por la zona para todo el año es casi imposible y nadie se explica cómo lo hemos conseguido sin conocer a absolutamente a nadie por aquí. Unos lo llaman suerte, yo lo denomino “el universo y sus causalidades”.


He necesitado todos estos meses para volver a sentirme plena y nutrida de nuevo. Este tiempo he estado dedicada a sostener el proceso de cambio que hemos transitado los tres, y desde ahí vuelvo a ponerme a disposición del universo para volver a acompañar a través de la terapia regresiva a todas aquellas almas que se crucen en mi trayecto, aunque en realidad no será casual, sino que será uno de los movimientos que produce el universo para que se den encuentros. Ahora empezaré a ser testigo de cómo empieza a moverse todo el engranaje para que todo se ordene de forma mágica, porque la vida es pura magia y solo tienes que creer para ver. 


Ahora, después de compartir este pequeño fragmento de mi vida puede que empecéis a comprender un poquito más esa sensación interior que me impulsa a compartir todo mi conocimiento adquirido a través de mi propia experiencia de forma totalmente gratuita, sin la necesidad de recibir remuneración económica por ello, por  eso publico todo en blogs o en redes sociales (Instagram, Facebook, Ivoox) donde no se necesita dinero para acceder a todo lo que comparto, de la misma manera que ahora estoy escribiendo un libro en Wattpad, llamado “El alma no es ningún cuento”, por si os apetece buscarlo y leerlo. Es la plataforma que he encontrado para poder hacerlo de forma gratuita. Aprovecho y hago un pequeño inciso. He publicado cada sábado de forma asidua desde hace ya 9 semanas, pero la semana pasada dejé de publicar y esta semana tampoco lo haré. Hay algo que he aprendido con los años y es que el ego no puede dominar mis actos, y la exigencia viene desde el ego, mientras que todo aquello que fluye viene desde el alma. Así que volveré a publicar un sábado cualquiera, no sé cuándo, pero será en el momento adecuado. Ya no dudo de eso.


De la misma manera me abrí al universo para acompañar a todas esas almas que aparecen en mi trayecto de vida, a través de la terapia regresiva, sin poner un precio que limite a las personas con menos recursos económicos, sino aceptando la voluntad porque sino se van sintiéndose en deuda conmigo, y eso ya lo aprendí también. Desde la voluntad todo queda equilibrado. 


Así que ahora ha llegado ese momento donde tengo la seguridad, fortaleza y valentía para afirmar que sencillamente es mi respuesta de amor hacia el universo porque es quien me ha traído hasta aquí. Este es mi camino a seguir. No solo ahora, sino desde siempre en realidad, porque observando toda mi experiencia de vida siempre he vibrado en esta forma de hacer las cosas y de acompañar a los demás, pero hasta ahora no he sido consciente completamente de todo, necesitaba comprender el por qué de mis actos y ahora todo se ha ordenado dentro de mí, algo ha hecho “click” y materializarlo aquí es parte del final de este proceso personal que ha llegado a la aceptación.


A lo largo de mi vida he sido testigo de varias personas, muy pocas en verdad pero las suficientes para tener mi evidencia, que nacieron con dones extremadamente apreciables: unos curanderos o curanderas y otros con la capacidad de conectar con seres desencarnados, y es curioso que su sensación es la misma que la mía, no pueden cobrar porque sienten que el universo se lo ha otorgado gratis y gratis lo han de devolver sirviendo a todos aquellos que aparecen en su trayecto, porque el universo se ocupó de colocarles estratégicamente en lugares donde no existe la “necesidad de vivir de ello”. Pues eso mismo siento yo, se me concedió el don de escribir sobre mis emociones, sensaciones y experiencias de la forma en la que lo hago y compartirlo de la misma forma que me fue dado es mi respuesta de agradecimiento al universo, de la misma forma que la terapia regresiva fue la herramienta que me hizo consciente de la existencia del mundo espiritual y a pesar de que me costó dinero la formación, el universo puso a mis padres para abonarlo porque yo no hubiese podido pagármelo, y ese detalle me dejó en evidencia que no todos tienen ese privilegio, pero sí tiene que existir para todos la posibilidad de descubrir a través de su propia experiencia que la vida va mucho más allá de esto que vemos, que lo sutil tiene mucho más peso que lo físico, que el miedo es la ausencia de amor porque cuando evidencias que el universo te acompaña en cada una de las experiencias que se te presentan, es el amor el que inunda todo y solo nace la confianza plena de que TODO ES UN PROCESO, Y AL FINAL TODO ESTÁ BIEN.


Sigamos.