sábado, 20 de noviembre de 2021

La terapia regresiva como herramienta de vida

La terapia regresiva ha sido mi herramienta. No por eso es La herramienta. Puede que no sea para ti. Yo solo sé que para mí ha sido clave para mi propia evolución.


Llegó a mí, o mejor dicho, yo llegué a ella. Empecé creyendo que llegó a mí por casualidad, pero ahora tengo claro que fue mi Alma la que me impulsó hacia ella. Las casualidades no existen. Es la terapia del Alma, aunque no sé muy bien porque se llama regresiva, porque en realidad no vas hacia atrás, ya que todo es presente. El eterno presente del Alma. Para buscar el origen de una emoción, hay que hacer consciente lo inconsciente aquí y ahora. 


El Universo lo tiene todo muy bien organizado. Necesitaba a un interlocutor válido. Una persona que obtuviese mi credibilidad. Y allí apareció el doctor Juan José López Martínez. Un doctor con más de 25 años de experiencia en un hospital. Un hombre de ciencias hablando del Alma. Menudo festival para mi mente analítica.


Después de hacer algún taller, me decidí a formarme en terapeuta de regresiones. Mi objetivo nunca fue dedicarme profesionalmente a ello. Debo reconocer que la vida me ha puesto fácil poderlo hacer, pero yo he sentido que todavía no era el momento. Llegará, estoy segura.


He acompañado en regresión a personas conocidas y a otras que han llegado a mí a través del blog o del Ivoox. Nunca dejaré de sorprenderme por permitirme acompañar a sus Almas, me sigue pareciendo algo tan valioso y sagrado, que hace aflorar en mí un profundo respeto.


Después de 7 años indagando en esta terapia he llegado a la conclusión de que es mi herramienta de vida. 


Todo lo que he aprendido como terapeuta lo uso en mi día a día. He adquirido una forma de vida basada en el aprendizaje adquirido con los años en esta terapia. 


No había sido consciente de ello hasta hace poco, y me ha resultado revelador. 


La terapia regresiva ya no solo me resulta una herramienta para intentar buscar el origen de una emoción, transitarla, trabajarla y sanarla, o recordar quién eres, de dónde vienes y a dónde vas, sino que adquieres poco a poco una percepción de la propia vida que te transforma. Es la pura transformación de la crisálida.


Me siento una afortunada por haber llegado hasta aquí, por haber adquirido esta sensación de Calma interna para vivir sin miedos, por haber alcanzado esta confianza en el Universo y los Planes de Alma, por haber obtenido grandes enseñanzas acerca de la propia vida y por lograr meterme en el papel de observadora admirando la gran obra de arte que crea la propia Vida, donde todo, absolutamente todo está conectado. 


Me puedo pasar horas y horas hablando del Alma y de la terapia regresiva. Me reconforta hacerlo. Me vibra el Alma. Puede que acabe aceptando hacer charlas on line o presenciales sobre mi forma de percibir la vida, quién sabe…pero lo que sí que sé es que no dejaré de acompañar en regresión, sino que esta parada en el camino para maternar me sirve para continuar evolucionando mientras uso la terapia regresiva como herramienta de vida. 


Me siguen surgiendo dudas, que espero ir solventando con los años. Pero también reconozco que van siendo diferentes. 


He aprendido lo imprescindible que es la energía del perdón para uno mismo. He descubierto la aceptación como fin de un proceso. He evidenciado que la muerte no es el final, que la vida no es lineal. He interiorizado que a pesar de todo la pérdida física es una pérdida y el proceso de duelo es necesario. He logrado darme cuenta de mi gran ego y la capacidad que tiene de dirigir mi automático. Me ha sorprendido evidenciar que la comprensión, la compasión, la paciencia y el amor son las 4 magníficas. Le he otorgado a las emociones su validez, sea la que sea. Y podría seguir y seguir…porque como he dicho me pasaría horas hablando de esta terapia y todo lo que conlleva.


He tenido mi propio proceso respecto al dinero en relación a esta terapia. Hubo un tiempo que en lugar de terapeutas veía empresarios. Pero fue parte del proceso. Qué curioso cómo la percepción se transforma. Ahora veo necesaria la existencia de esos precios, para mí desorbitados. Donde yo veo exceso, otros ven un precio justo o incluso barato. Las economías de cada individuo son distintas, y tiene que existir tanto el low cost como el lujo. El abanico debe estar desplegado y abarcar a todos los bolsillos, ya que para algunos lo caro es sinónimo de seguridad. Al final como siempre todo está bien tal y como sucede. 


Sigo aprendiendo. Tengo mucho trabajo todavía por delante. Soy consciente de ello. Pero estoy en el camino y por supuesto voy a seguir. Espero no desencarnar todavía y poder continuar saciando mi curiosidad.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Nuestro día a día

 Llevamos una vida muy sencilla, puede que incluso sosa para muchos, pero para nosotros es simplemente nuestra forma de vida.


No sentimos la necesidad de hacer ningún viaje. No nos llega esa llamada de hacer planes ni organizar salidas. Ni siquiera pensamos en que llegue ese día de fiesta de Fernando para preparar algún plan e irnos a pasar el día fuera.


Qué va. 


Vivimos el día a día tranquilos en nuestro presente. 


Ahora es otoño. La estación invita a pasar más horas en casa y nos lo permitimos. Valentina es la que está más conectada a su propio compás interno, porque todavía no se ha desconectado de él. Nuestro sentir es que es ella la que tiene necesidades y nosotros estamos aquí para acompañarla. Nosotros como adultos tenemos más capacidad de adaptación. 


Pero no por obligación, por ser mejores, o desde una exigencia mental, sino desde esa apreciación interna que nos produce calma, porque nos resuena y nos reconforta.


Casa, playa, parques, naturaleza y recados. Esos son los escenarios de nuestro día a día. 


Observo a personas con esa emoción por preparar viajes y planes para hacer cosas solos, con amigos o en familia, y me llega el entusiasmo. E incluso a veces se me cuela una sensación de pensar “qué guay, tenemos que hacer más nosotros”. Pero luego me conecto y siento que es mental, no real.


Cuando alguien me llama y me pregunta: - qué tal? - Mi respuesta es siempre la misma: - Bien, viviendo, pero sin demasiadas novedades. 


Es como si existiese una presión social por hacer cosas, realizar viajes, o vivir experiencias de esas que luego fotografías y subes a las redes.


Me reconforta escuchar mi propio ritmo interno y permitirme vivir esta vida simple, sencilla o incluso sosa.


Nuestras mañanas son tranquilas. Despertar cuando el reloj interno de Valentina nos levanta, que suele ser sobre las 8.30h y hacer teta casi una hora. 


Vestirnos antes o después de desayunar simplemente depende de cómo lo sintamos. No está organizado, solo surge la petición y nos lo permitimos. Es la comida a la que más tiempo le dedicamos. Es mi tiempo de redes o escribir algo, para poco a poco ir saliendo hacia fuera y afrontar el nuevo día.


A partir de ahí los días son diferentes. Existen mañanas de mucha casa, otras de mucha calle, y algunas de un poco de todo.


Mi presencia es suya. Así que hacer las camas o alguna tarea de casa es conjunta, pero si acepta el plan, sino otro día será. Los días de fiesta de Fernando es tiempo extra de tareas para mí, pero lo transito desde el gozo de pasar tiempo en soledad. Así de simple.


La hora de cocinar a medio día es sagrada. Ella lo sabe. Necesitamos comer y hacer la comida es una necesidad vital. La hacemos juntas casi siempre, y sino ella en su cocina de juguete y yo en la mía de verdad. 


Comemos y siesta. Ella seguro. Yo depende de mi necesidad. Fernando depende del horario de trabajo. Si me puede el cansancio físico duermo, sino aprovecho para saborear mi soledad. Mi tiempo para mí. Ese que ahora escasea.


Las tardes vuelven a ser como las mañanas. Mucha casa. Mucha calle. Un mix de ambas. 


Y así todos los días. Pero a pesar de que el escenario es el mismo, y podría parecer el día de la marmota. No lo es. O por lo menos no lo vivimos así. Los argumentos cada día son distintos, nuestras emociones diferentes, los encuentros fortuitos con distintas personas, el clima variable, distintos lugares aunque sean dentro del mismo pueblo…todos los factores hacen que cada día sea único. 


Viajamos a los pueblos cuando podemos. Es el lugar donde de verdad nos apetece ir, sobretodo porque pasar tiempo con nuestros padres es algo que sabemos que debemos aprovechar porque es limitado. Vivir alejados de la familia te hace aprender a saborear esos momentos. 


A pesar de que muchas veces decimos de ir aquí o allá, luego son los actos los que nos describen, y nuestro día a día es muy simple, pero es el que nos hace bien.


Pues esta es nuestra realidad. Una vida a nuestro ritmo, centrados sencillamente en el día que vivimos, sin pensar demasiado en mañana. Sin más.