Me metí en el mundo de las drogas a los 19 años más o menos. Tenía un grupo de amistades y yo era, por aquel entonces, uno o dos años más joven que el resto. Ellos salían casi todos los fines de semana por la noche, pero a mí no me dejaban. Así que pasaba muchos fines de semana enfadada en casa y metida en mi habitación.
Por aquel entonces ya había probado los porros. Algo muy fácil a lo que acceder y sin ningún miedo a que me pasase nada malo. La idea que tenía era que era una droga blanda y no era algo peligroso, así que alguna que otra calada le iba dando a los porros, pero sin ninguna importancia...
La primera "raya" que me metí fue una tarde en casa de unos colegas. Le acompañé a "pillar" y la probé. Pero hasta ese día, hubo un proceso. Un tiempo de negación, de rechazo, de miedo a lo que me podía pasar... porque meterse algo por la nariz, ya era algo más serio. Y no voy a negar que algo de miedo tenía en ese instante, pero me autoconvencí influida por todo lo que iba escuchando a mi alrededor...por una raya no me iba a pasar nada. Y acabé metiéndome mi primera raya. Ese día, por primera vez sentí esa sensación de picor por la nariz, ese amargor que atraviesa la garganta, y esa sensación como de "bienestar" al cabo del rato. El miedo se desvaneció. Aprendí que por meterme una raya, no me pasaba nada malo. Ese fue mi gran error.
Los siguientes años de adolescencia me los pasé saliendo de fiesta a discotecas, probando el speed, el éxtasis, el LSD, las setas alucinógenas...
Para salir de fiesta, en mi época y en mi rollo, no se llevaba la cocaína, todavía. Había una palabra que siempre nos acompañaba, "salimos, pero controlando". Ese miedo a que me diese un "chungo", me acompañaba. Medía mis dosis. Conocía mi cuerpo. Prefería quedarme corta a pasarme, por lo que siempre, aunque suene extraño, me drogué en pequeñas dosis, sin perder el control de mi cuerpo, ni de la noche.
La única noche que no recuerdo en toda mi vida, no fue con drogas duras, sino con alcohol. Algo no tan mal visto por la sociedad, pero que fue lo único que consiguió que yo perdiese el control de mi cuerpo.
Así pasaron uno o dos años. Con unos 22 años las discotecas no existían en mi vida. Una parte de mis colegas se iban de fiesta, pero otros empezamos a quedarnos por el barrio. Íbamos "apatrullando la ciudad" en el coche de algún colega, a sitios típicos donde la juventud iba los fines de semana para salir del centro del barrio y estar alejados. Lo que queríamos era estar solos y tranquilos para poder fumar porros y consumir cocaína. O sino nos quedábamos en casas de colegas que se quedaban solos los fines de semana. El plan, ver películas, jugar a algún juego, hablar...pero siempre con nuestros gramos de cocaína encima de la mesa, porque aunque en ese momento no éramos conscientes, todo lo demás no tenía la más mínima importancia, lo único imprescindible de la noche era ella, la cocaína.
Fuí cumpliendo años. Me independicé, y mi pareja era un colega de siempre, por lo que nos fuimos a vivir los tres, él, la cocaína y yo.
Mi adicción siempre ha sido de fines de semana y días de fiesta. De lunes a jueves mi vida era normal, pero al llegar el viernes, ella pasaba a ser la actriz principal, y si no la conseguíamos, el viernes por la noche pasaba a ser una noche perdida, acababa en la cama y de mal rollo...pocas veces sucedió.
Poco a poco fui, inconscientemente. creándome la adicción cada vez más fuerte. Si tuviese que explicar cómo fue, no sabría decir el punto de inflexión. Es sencillamente consumir, consumir, consumir...y quedarte atrapada en la adicción. Ese instante sucede cuando el mal rollo porque se acaba el gramo supera al disfrute de consumir.
Mi relación de pareja fue desastrosa. Nuestro único punto en común era la droga, por lo demás no conectábamos en nada. Dos colegas de toda la vida totalmente opuestos viviendo una vida en la que trabajábamos, y cuando teníamos tiempo libre, los fines de semana, consumíamos y creíamos que estábamos felices el uno junto al otro. Después de ocho años limpia, y desde la distancia tengo muy claro que fue así.
Todo acabó una noche, llevábamos tiempo durmiendo en habitaciones separadas, y haciendo cada uno su vida. Él saliendo con los colegas del barrio y yo en casa consumiendo sola. Yo no sabía hacer otra cosa al llegar el viernes noche...pero esa noche sucedió algo diferente. Me vino un pensamiento, una orden que salió desde lo más profundo de mi ser, y me dijo: "Cristina, ¿qué estás haciendo con tu vida?" Fue como si alguien me quitase una venda de los ojos y me hiciese observar que la vida no es eso. Que vivir es disfrutar de cada pequeño detalle del día a día. Que eso que estaba haciendo era vivir algo irreal, una vida rodeada de colegas unidos por la droga, no por el amor de amigos. Que mi relación era desastrosa. Que ver una película, estar con colegas o incluso ir a cenar los fines de semana, no tenían ninguna importancia si quitabas a la actriz, la cocaína. Que la única que era vital era ella. Que todo lo demás era un escenario que no valía para nada...pero que podía volver a coger las riendas de mi vida y empezar a vivir como cuando era pequeña. Esa era mi única referencia. Viviendo el día a día tal cual venía, disfrutando de las pequeñas cosas como era irme a dormir un viernes más tarde porque al día siguiente no había colegio, leerme un libro y disfrutar de él, salir a pasear y disfrutar del paseo...es decir, vivir la realidad del día a día sin aditivos. La vida tal cual es, ya por ser, es maravillosa. Y mi vida no pasaría a ser aburrida o de "puretas", como había escuchado a mi alrededor durante años.
Claro que existen momentos negativos o dolorosos, pero para conocer y valorar los buenos momentos hemos de conocer los malos.
Esa noche fue la última. Al día siguiente cogí una maleta y a la perra, y me fui a casa de mis padres. Para salir de algo así, sabía que tenía que romper con todo y aislarme, porque sino es imposible dejar una adicción.
Me fui a vivir con mis padres. Durante un tiempo solo salía para sacar a la perra tres veces al día, y empecé a vivir los fines de semana de día, es decir, salía de paseo con la perra por las mañanas, y me quedaba en casa o salía con mis padres por las tardes, pero por las noches cenaba y me iba a la cama. Fácil no fue. Tuve tentaciones de llamar, salir y consumir...pero sabía que al día siguiente me sentiría fatal, y todo volvería a empezar, así que cerraba los ojos e intentaba dormir. Al principio fue duro, pero cada fin de semana era más fácil.
Rompí con todas las amistades. Me quedé sola. Prefería la soledad real que la compañía irreal. Eso lo tuve siempre muy claro.
Poco a poco me fui haciendo más fuerte interiormente, y empecé a salir. Volví a quedar con los colegas de siempre. Ellos consumían. Yo no. Pero como era de esperar llegó un momento en que ya no encajaba. No nos unía nada. El único punto de unión todos esos años fue la droga.
Así que empecé a salir con compañeros de trabajo, a mi vida fueron llegando otro tipo de personas muy diferentes y afines a mí, en ese momento de mi vida.
La vida te rodea de las personas con la que tu vibración resuena. Tengo mis evidencias para afirmarlo.
Desde esa noche de Septiembre del 2008 no he vuelto a consumir nada, e incluso a día de hoy ya no fumo ni tabaco.
He aprendido a través de mi propio recorrido que entrar en ese mundo es muy fácil, y que salir SE PUEDE. Con mucha fuerza de voluntad y rotundidad. Pero también tengo claro que salí porque algo en mi interior me hizo reaccionar, y me habló alto y claro...sino a día de hoy, no sé si seguiría viajando en este maravilloso viaje llamado VIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario