En mi generación existían los padres que deseaban darles a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron.
Venían de una época en la que pasaron carencias económicas y debido a ese motivo muy jóvenes ya emigraban a otras ciudades para trabajar y así envíar dinero a sus padres, o simplemente para buscarse la vida ellos, ya que en sus casas no había abundancia y, en muchas ocasiones, el campo no era el tipo de vida que ellos deseaban.
De ahí surgió una generación de padres cuyo objetivo era darles estudios a sus hijos. Ese era el deseo, tener hijos con estudios. Eso les hacía sentirse orgullosos como padres, y se llenaban la boca diciéndolo...en definitiva...puro ego.
Supongo que de ahí viene esta generación donde lo que más abunda son los títulos universitarios...la mayoría hemos pasado por la famosa “titulitis”.
Pero ahora es diferente. Ahora viene una generación donde el movimiento ya no es tanto con los estudios sino con criar conscientemente, madres conscientes se hacen llamar, a pesar de que la mayoría sigue moviéndose desde el ego igualmente.
Madres defensoras de la lactancia materna, de criar siguiendo el famoso “slow life”, respetando los ritmos de aprendizaje, como por ejemplo los “free schoolers”, o la moda del método Montessori...madres que solo desean mejorar ellas mismas para así darles lo mejor a sus hijos, y no por ser buenas o malas madres, dicen, sino para que crezcan felices.
Madres que se pasan el día autoevaluándose y juzgándose ya que defienden que sirve para hacer balance de las cosas y cambiar...pero la clave no es el cambio...sino la transformación...y eso no viene desde el ego.
Me resulta agotador ver este movimiento, ya que parece ser que todavía no se han dado cuenta que la mayoría lo hacen para satisfacer su necesidad de sentirse “buena madre”, la mayoría se mueven desde el ego y no lo ven.
No son conscientes de que lo único que necesita un ser es amor, que si la base del hogar está basada en esa energía todo fluirá como tenga que fluir, pero no como a nosotros nos gustaría, sino como el Universo/Dios tenga planeado para nosotros, ya que hemos encarnado para experimentar, no para tener vidas sin problemas, entre algodones y cargadas de la palabra “lo mejor” por doquier.
Estamos aquí para experimentar, para equivocarnos, para aprender, para evolucionar...y toda situación que vivamos y el trayecto recorrido nos irá convirtiendo en lo que seamos en cada momento.
He tenido una infancia feliz, o eso creo, porque en realidad no recuerdo mis primeros años y lo que logro recuperar es a través de fotos o vivencias que me han explicado y las he almacenado como recuerdos propios.
He tenido una adolescencia cargada de aprendizaje, juzgada por la sociedad como descarrilada, ya que salí de fiesta a drogarme, me relacioné con lo más complicado de cada barrio y mis vivencias no son las que mis padres hubiesen deseado para su única hija.
Estoy en una edad más madura y lo veo todo como un trayecto cargado de aprendizaje donde lo único que recordaba en mis peores momentos era la calidez de mi hogar en casa de mis padres, esa sensación placentera de los viernes por la noche recién duchada y con pijama sentada en el sofá con mis padres, sin prisas ya que al día siguiente no había cole y no teníamos que madrugar.
Ese calor lo desprendía el amor de mis padres, nuestro hogar...ese era el recuerdo más valioso en mis peores momentos una vez que me independicé.
Las broncas, los malos rollos, las malas contestaciones, la falta de paciencia de mi madre en muchas ocasiones por ir agobiada con el trabajo y la casa, el poco tiempo de ocio que les quedaba o las pocas ganas de jugar conmigo en otras ocasiones porque las tareas del hogar eran necesarias para empezar la semana...todo eso son experiencias que he vivido y no ha pasado nada.
De todo mi trayecto de vida he sacado aprendizaje y el trabajo ha sido mío, es decir, mi propio esfuerzo personal para afrontar mis sombras e incluso sanarlas en muchas ocasiones. Es un trabajo y esfuerzo personal. Nada de lo que me ha sucedido o he vivido es culpa de nadie, y eso incluye a mis padres.
Echarle la culpa al prójimo es lo fácil. La realidad es que nadie tiene culpa. La única responsable de mi experiencia soy yo misma.
Sentirte mejor madre por ofrecerle lactancia materna, sentirte mejor por darle biberón y turnarte con tu pareja, llevar a tus hijos a un colegio donde sigan el famoso método Montessori, conducirles hacia el veganismo...o cualquier movimiento que ahora esté de moda...es puro ego siempre que te haga sentir mejor que los que lo hagan diferente a ti.
Tus hijos van a vivir experiencias y sean las que sean formarán parte de su trayecto de vida, sin más.
El día que nos demos cuenta de que vinimos a amar el mundo y no a cambiarlo, ese día el amor será la energía que nos mueva y puede que veamos que estamos aquí para vivir experiencias, que todo tal y como sucede al final está bien.
En definitiva, que vinimos a Ser...así que no nos distraigamos con nuestro ego personal.
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